A hot college student

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SHOT ESCRITO POR: Lonely_M93FRASE: Tú serás mi amanecer; el que llena de alegría cada hora, el que llega, me mira y me enamora, tú serás mi amanecer

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SHOT ESCRITO POR: Lonely_M93
FRASE: Tú serás mi amanecer; el que llena de alegría cada hora, el que llega, me mira y me enamora, tú serás mi amanecer. Siempre Así.

Todas las muchachas felices se parecen, pero las desdichadas lo son cada una a su modo

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Todas las muchachas felices se parecen, pero las desdichadas lo son cada una a su modo. Lev Tolstói. Creo que, hasta que empecé a ir al colegio, con seis años cumplidos, no conocía a ningún otro niño o niña pequeña aparte de mis primos. Los veía como mucho tres veces al año, Navidad, Reyes, y el cumpleaños de los abuelos, que se llevaban sólo unos días y solían celebrarlo a la vez, para ahorrar. A mí no me parecía demasiado raro porque en mi familia siempre se ha ahorrado todo lo que se ha podido. Ese era el único punto en el que estaban de acuerdo las tres amas de mi casa. Así pasó mi infancia.

En casa, todos los vestidos acababan siendo de segunda mano, porque cuando se le quedaban estrechos a la abuela, mi madre o mi tía los arreglaban para ellas mismas y los usaban hasta que la tela de los dobladillos, de tan rozados, más que deshilacharse, se desvanecía en minúsculas partículas, como polvo de colores. Naturalmente, cuando mi madre empezó a engordar -por suerte, la tía Minsu nunca dejó de ser el palo de una escoba-

Me tocó heredar su ropa. Blusas abotonadas en tonos discretamente claros: beige, crema, rosa pálido, pero nunca blanco, que es tan sucio. Faldas de un corte vago y tejidos recios, siempre oscuras: marrón, azul marino, gris marengo y negro, que yo me ponía sin rechistar. Y loca de contenta con mi repentino cuerpo de mujer, siempre les pedía a los Reyes Magos unos simples jeans que me hicieran un trasero persuasivo.

Aprendí a utilizar los lapiceros hasta que, de puro mínimos, era imposible afilarlos sin que se escurrieran entre las yemas de los dedos. Más de un diminuto fragmento de goma se me deshizo contra el papel mientras todavía intentaba borrar con él. Todo para evitar el pequeño drama que se desataba en casa cada vez que pedía dinero para bajar a la papelería a comprarme una regla, o un cuaderno, o un bolígrafo Bic de esos corrientes, los más baratos.

-¡Hay que ver lo que gastas, hija mía! -solía quejarse mi madre.

Fue en primero de Bachillerato cuando Jung Daeun, que ya se había quitado los brackets de los dientes aunque seguía llevando gafas de culo de vaso, me explicó que ella se escribía las chuletas en los muslos con bolígrafo. Por entonces, yo no acababa de entender qué significaba ser una tía buena, pero aquél me pareció un truco estupendo. Ningún profesor, por muy mosqueado que estuviera, se iba a atrever a pedirle a una alumna que se levantara la falda delante de él. Incluso en caso de que la centinela fuera una profesora, cualquiera podría comprender que una niña se negara a acatar una orden semejante.

«𝐁𝐎𝐎𝐌𝐏𝐀𝐑𝐓𝐘»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora