Sorprendente Celia St James

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Abrí la puerta del baño del primer piso, no me percaté de que la luz estaba encendida y mucho menos de la presencia de mi queridísima Celia.

La pobre estaba tratando de hacerse una coleta alta más o menos estable. Al verme, me sonrió. Dejó caer su pelo que tanto le costó atar, tomó mi cara entre sus manos y me besó. Al principio fue un beso dulce, pero poco a poco se fue convirtiendo en un desborde de pasión, en un beso salvaje.

Cuando nos separamos, le acaricié la mejilla suavemente. Dios, esa mujer, mi mujer, me tenía completamente enamorada. Me tenía a sus pies y hubiese hecho cualquier cosa que me hubiese pedido hasta dejar mi carrera que tanto me costó conseguir. Sus deseos eran órdenes para mí. Deseaba hacerla muy feliz, solo para verla sonreír.

Cuando Celia sonreía, no sólo sonreía, transmitía todo y nada a la vez, mil secretos escondidos que solamente las personas que tan bien la conocíamos, podíamos descubrir.

Nunca había amado tanto a alguien. Pensaba haberme enamorado otra veces, pero definitivamente, había idealizado los sentimientos que sentía por otros. "De ahora en adelante solo importa Celia", eso fue lo que pensé en nuestra penúltima San Valentín juntas. Antes de descubrir que estaba tan enferma y que pronto se iría.

Celia se acercó al mueble del baño y sacó una cajita de madera, sencilla, pero, elegante, al igual que ella.

Agarró mi mano, la abrió y desposó la caja en ella.

- ¿Es para mí?- Le pregunté.

Asintió lentamente con la cabeza.

Abrí la caja, al ver lo que llevaba dentro, me llevé la mano a la boca, sorprendida.

Era un anillo, un anillo de matrimonio, un anillo que podría perfectamente llevar cualquier mujer casada. Dorado con un diamante en en medio.

Suavemente, acarició el dorso de mi mano y me puso el anillo.

- Te quiero.- Me susurró al oído.

Estaba muy feliz de recibir ese regalo, pero, aún así, la curiosidad me carcomía.

La llamé por su nombre de pila.

- ¿Celia?

- Dime.

- ¿Cómo conseguiste el anillo? Es extraño que una mujer compre su propio anillo de matrimonio.

Escondió una risita con su mano

- Te vas a reír. Le pedí a Robert que me ayudará. Me acompañó y fingió ser mi prometido.

Fascinada ante tal revelación, solo pude brindarle una sonrisa tonta.

- Si antes te amaba, ahora te amo el doble.

Dejó que le diera un beso en la mejilla y me abrazó cariñosamente.

- Feliz San Valentín, Evelyn.

Un año y tres meses después, la vida me la arrebató, al igual que todos mis seres queridos, sin embargo, ese anillo, que me regaló aquel día, a pesar del dinero que tengo, es mi posesión más valiosa.

𝑰 𝑾𝒂𝒏𝒏𝒂 𝑲𝒊𝒔𝒔 𝑯𝒆𝒓 (𝑬𝒗𝒆𝒍𝒚𝒏 𝒀 𝑪𝒆𝒍𝒊𝒂) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora