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El aterrador silencio que se extendía por todo el circuito luego de ese horrible encuentro entre el británico y el holandés hizo a todos ponerse de pie con el aire retenido en la garganta.

En las tribunas, los ojos en shock y llenos de confusión se contagiaban como si se tratara de un virus.

En los garajes, los directivos e ingenieros se movían de un lado a otro en busca de respuestas que mejorarán la situación.

Pero la escena era clara:

Luego de un brusco contacto entre George Russell y Max Verstappen en la vuelta cuarenta y cinco de la carrera, ambos autos salieron disparados a más de trescientos kilometros por hora, deteniendo rápidamente la carrera mientras el personal médico se apresuraba en atender la situación.

George había dado un par de vueltas que afortunadamente pudo detenerse en la grava, aunque aún seguían sin contestar pese a la constante insistencia de Wolff por obtener respuesta, que se encontraba desesperado al ver la lentitud de los médicos, queriendo cruzar él mismo todas las barreras para llegar hasta su piloto y ayudarlo.

La situación en el lado de red Bull no era muy diferente. Horner presionaba y presionaba para que las cosas se movieran, intentando mantener algo de calma, lo cual se volvía cada vez más imposible cuando veía, en las pantallas repartidas en cada rincón del lugar, como el auto de Verstappen seguía boca abajo en medio de un incendio aterrador que transmitía su pesado calor incluso hasta su posición.

Lo peor se lo había llevado el holandés, claro estaba.

Dió tres vueltas en el aire antes de impactar contra la barrera que los separaba del público para luego caer de lleno con el auto sobre él.

Lo único rescatable de la situación es que ningún aficionado había salido herido.

Pero de ahí en más, el lugar estaba sumido en un silencio expectante crítico.

Los extintores hicieron su mejor trabajo con el incendio, dándoles una mínima oportunidad para sacar a Verstappen del auto y transportarlo de inmediato a una camilla que iba directo a una ambulancia.

Las cámaras no dejaron de grabar en todo momento, incluso cuando ambos pilotos afectados fueron desapareciendo en las ambulancias a toda velocidad. Minutos después, la carrera se reinicio, aunque la palpable sensación de preocupación y terror seguía impregnada en el aire.

Horas después, y luego de estar bajo la atenta mirada de todo el mundo del espectáculo, la página oficial de la fórmula uno hizo un agradable comunicado: tanto Rusell como Verstappen habían salido con vida y sin aparentes daños físicos irreparables.

Los seguidores, entonces, pudieron respirar.

Un día después y luego de haber estado sometido a un coma inducido, Max abrió los ojos por primera vez luego del fatal accidente.

La claridez y profundidad en su azul temblaron confundidos ante el panorama que se extendía a lo largo y ancho de la habitación.

El holandés entonces reunió las fuerzas suficientes como para poder sentarse, dibujando una mueca y soltando un audible quejido que hizo que Horner, a su lado, despertara de su sensible sueño.

-¿Max?

El rubio lo miro ceñudo.

-¿Chri... Christian Horner?

El británico imitó su acción y frunció el ceño ante su tono precoz, pero lo dejó pasar por su alivio evidente.

-Maldicion, Max, Que bueno que despiertas -se reincorporo hasta abrazar al menor en un toque suave -. Iré por el doctor, Max, quédate quieto.

Sin decir más, el británico salió a toda prisa en busca de ayuda dejando a un muy confundido Max.

¿Que había pasado y porque carajo el líder de red Bull estaba a su lado cuidandolo?

La respuesta, para su mayor confusión, llegaría minutos después, cuando el médico le reveló una verdad que lo dejaría pasmado.

Verstappen, aparentemente, habia perdido la memoria y solo recordaba su vida hasta los diecisiete.

Memorias (Cherlos) (Chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora