II.

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Luna Páez

Los ojos se me abrieron de golpe, todo mi cuerpo estaba sudado, mi pecho subía y bajaba mucho más rápido de lo que debía, entonces supe que otra vez se trataba de una pesadilla. Ya se había hecho algo habitual, desde la primera noche que estuve en Sevilla, cada vez que mis ojos se cerraban para descansar, las pesadillas invaden mi sueño, sin embargo, al minuto de despertar así de agitada ya no recordaba nada.

Mire la hora y supe que Pablo no tardaría en avisarme que salía de casa, así que fui rápido a la ducha a darme con un poco de agua, por que no iba a ir todo sudada. Nada más salir del baño, fui directa al armario a mirar que me podía poner y después de darle algunas vueltas escogí, un mono negro largo de cuerpo entero, unos calcetines de lana blanca, los guantes largos a juego con los calcetines, una bufanda también blanca, unas botas y un sudadera para no pasar frio. Mientras me cambiaba me llegó un mensaje de Pablo que decía "Se me ha olvidado avisarte, lo siento, voy a salir ya de casa". Quise estrangularlo, me vestí rápido, hice la cama, me recogí un poco el pelo incluyendo un lazo blanco e hice el bolso.

Al bajar abajo no encontré a nadie, no había ni rastro de los chicos, supuse que se habían ido ya para el entrenamiento, pero la nota que había encima de la encimera me lo confirmó. Escuché la bocina del coche de Pablo pero igualmente aproveche para beber un poco de agua antes de salir. Cuando abrí la puerta de casa y allí estaba él, apoyado en el capó de su coche con una sonrisa preciosa. No pude evitar devolverle la sonrisa y salir corriendo a sus brazos.

- No sabes lo que te he echado de menos- me dijo mientras sus brazos me envolvían. Llevaba casi dos meses sin verle, pero habían pasado como ocho, sobre todo el último mes.

- Necesitaba ese abrazo- le contesté apretando mis brazos un poco más a su cuerpo. Tanto mi hermano, como él, habían sido los pilares durante ese horrible mes, cada día deseaba verlos, abrazarlos, hablar con ellos sin tener una pantalla y muchos kilómetros entre nosotros.

- ¿Has dormido bien?- me pregunto mientras nuestros cuerpos de separaban uno del otro

- Si- le respondí ya que no quería decirle que había tenido una pesadilla hasta en una siesta de mierda. Los dos entramos en el coche, nos pusimos los cinturones y Pablo arrancó el coche, ya que no teníamos todo el tiempo del mundo. Quería hablar, quería tener una conversación, pero no era capaz, mi mente solo estaba en el chico que tenía al lado. Tenía una mano en el volante y la otra mano haciéndome caricias en el muslo. Mis ojos no podían despegarse de su cuerpo, no entendía que me estaba pasando, pero tampoco me estaba disgustando y eso hacía que lo entendiera menos

- Para ser tu, estás muy callada- habló Pablo, haciéndome volver al mundo real. Los dos reímos y entonces, nos pusimos a cantar como dos idiotas las canciones que estaban reproduciéndose en el coche. Aunque, yo no paraba de dar vueltas a lo que había pasado segundos antes.

Al llegar a Ciudad Deportiva, Pablo me dejó las llaves de su coche por si quería estar allí mientras él entrenaba y después nos despedimos para poder coger cada uno su camino. Miraba a cada rincón de las instalaciones como si estuviera en un sueño, no me podía creer estar allí de nuevo después de casi dos meses. No puedo mentir, estaba nerviosa, la última vez que hablé con mi jefe fue para comunicarle mi decisión de tomarme un tiempo por lo de Liam, pero igualmente tenía miedo de que realmente no se lo hubiera tomado bien. Recorrí los pasillos hasta llegar a la puerta del despacho de mi jefe, cogí aire y toque la puerta. No se esperaba para nada mi presencia, pero no dudo ni un segundo en invitarme a pasar y preguntarme qué tal estaba. Estuvimos charlando un poco, hasta que llegó el momento de decirle que estaba lista para incorporarme de nuevo. Cuando se lo dije sus ojos se abrieron como de sorpresa, pero la sonrisa que se le dibujó en la cara me tranquilizó. Mi jefe estaba encantado de que volviera al trabajo, me dijo que me podía incorporar en el primer partido de Liga después de la Supercopa. Pero me negué, yo quería entrar ya, necesitaba trabajar, necesitaba hacer lo que tanto me apasionaba, necesitaba estar con los chicos, necesitaba distraerme de toda la mierda que tenía dentro. No fue muy difícil convencerle de que estaba lista para viajar con el equipo la noche siguiente a Arabia, aunque el se aseguro bastantes veces de si estaba segura de ello. No pude evitar salir del despacho con una sonrisa enorme dibujada en la cara.

Destinados [Pedri González]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora