Juro que te había olvidado,
Juro que te perdoné hasta lo imperdonable con tal de no volver a verte.
Pero tuviste que aparecer así de repente a como aquél día en secundaria, cuando con una sonrisa hiciste brillar mis ojos, cuando la tuya se formó en...
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"Estoy jugando con tu cordura, estoy jugando a ser lo que más deseas, estoy jugando a pintarte el panorama que quiero para poder castigarte. Para hacerte entender que no todo es perfecto, que yo no lo soy, que tú nunca lo fuiste."
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Llegaron a un bonito restaurante, el lujo se podía ver a kilómetros, pero el ambiente estaba diseñado a la perfección para pasar un agradable momento. No había música fuerte, no había pláticas, ni mesas llenas de gente, solo unas pocas con personas hablando de manera discreta.
No habían recepcionistas que los guiarán, Yoongi solamente tomó la mano de Jimin y lo llevó hasta una puerta apartada de las demás mesas de lo que parecía un restaurante común y corriente, al atravesar esa puerta un pasillo se veía a lo largo de izquierda a derecha, con puertas que parecían habitaciones. Yoongi siguió caminando tranquilamente hasta llegar a una de ellas, la cuál abrió y se dejó ver una habitación pequeña con sillones y en el fondo una mesa para dos.
Parecía una habitación de reuniones, y quizás eso era. Sintió las manos de Yoongi en su cintura he inmediatamente los nervios se le pusieron a flor de piel soltando un ligero jadeo. Pero su respiración se calmó al ver que el azabache solo había quitado el botón del saco que llevaba puesto para ayudarle a quitarlo y colgarlo en un pequeño perchero al lado de la puerta.
Una risa ronca se escuchó tras él, estaba actuando como un pervertido ¿Pero qué más podría esperar de Yoongi?
—¿En serio me crees capaz de hacerlo aquí, en un restaurante? —preguntó besando su cuello. Sin vergüenza alguna Jimin asintió, provocando de nuevo la risa del mayor.
Yoongi disimuladamente presionó un botón verde en un pequeño panel sin que él rubio se diera cuenta.
—Ven
Min lo guío hasta uno de los sillones, él se sentó tomando de la cintura al menor para que este se colocara a horcadas encima de él. Jimin moría de la vergüenza ¿Porqué tenía que ponerse tan nervioso con él?
—¿Porqué evitas verme, Cariño? —se sonrojó ante el llamado, era la primera vez que lo llamaba así, al menos en una situación normal como aquella —¿Por qué no me cuentas de tu visita a tu antiguo hogar?
