Prólogo

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Dentro de una habitación confinada por un vidrio de titanio se mantenía inmóvil lo que se describiría una criatura de pelaje morado de gran sonrisa, completamente encadenado mientras le inyectaba aquella vacuna del laboratorio

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Dentro de una habitación confinada por un vidrio de titanio se mantenía inmóvil lo que se describiría una criatura de pelaje morado de gran sonrisa, completamente encadenado mientras le inyectaba aquella vacuna del laboratorio.

El experimento 1088 apodado como Catnap era el nuevo miembro de los Smiling Critters. A pesar de su reciente nombramiento este se mostraba hostil, negando ser partidario de las terribles ideas que se le ocurriera a los ejecutivos.

Hace tan solo un mes que había experimentando con su cuerpo y aún era incapaz de adaptarse de manera correcta a la realidad que chocaba en su inocente mente.

Todo lo que le rodeaba era el inquietante dolor de su nueva piel ardiendo por las costuras que en carne propia se amordeaba a los músculos, cada vena o arteria palpitaba hasta hacerlo retorcerse.

El recuerdo de lo pude haber Sido antes de volverse un juguete son escasos por no decir nulos, solo el leve olor de carne quemada es lo único que su sensible nariz percibía de si mismo al igual que marchas secas de sangre que rodeaba su habitación.

Había escuchado de los científicos que su caso fue una tragedia que beneficiaria a la compañía, principalmente a los niños huérfanos que requería de un nuevo juguete que los ayudará en las horas de sueño.

Un beneficio que para su pensamiento se consideraba un infierno sin fin, del cual solo podía permanecer en silencio mientras era víctima de lo injusto de su destino.

Ya para ese punto había hecho un recuento de cuántas veces lo sacaba de su habitación para llevarlo al laboratorio para pasar horas antes que pueda soportarlo, terminando con horribles temblores como convulsiones.

No se sentía para nada bien y solo se refugiaba en sus pensamientos. Cada día podía asegura que las pruebas eran más difíciles de soportar por las cantidades de dolor que lograba tolerar a escasa penas.

La última cirugía que recibió fue con respecto a un aparato que le introdujeron por la fuerza en su faringe, el dolor resultó ser insoportable como para mantenerse inconsciente de sus acciones.

Se enteró por el Dr. Soya que arrebato una vida. Además de darse cuenta el de no poder hablar correctamente.

Recordaba haber llorado tanto por la culpa que extraños ruidos distorsionados se escucharon por todo el laboratorio.

Él ya no era humano. Solo un monstruo, con un miedo que lo dominaba que sería utilizado por terceras personas.

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PESADILLA | Poppy playtime Donde viven las historias. Descúbrelo ahora