" Misterios y Leyendas"

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La brisa acaricia mi rostro mientras la luz del sol se cuela entre las sombras de mi olvido. ¿Quién soy? La pregunta resuena en mi mente como un eco persistente. "Lisander", murmuro suavemente, como si el nombre se deslizara con timidez desde mis labios. Mi mirada se posa en el escenario que se despliega ante mí, un claro en el agua que sirve como telón de fondo para mi propio drama.

Mi piel, pálida como la luna, contrasta con el resplandor plateado de mi cabello. Un rostro enigmático, activo y serio, revela la historia que mi memoria se esfuerza por ocultar. Un ojo azul, reflejo del cielo despejado, se enfrenta a otro que lleva consigo la extrañeza de una pupila amarilla rodeada de un iris azul. Es una marca, un sello de algo más allá de mi comprensión, como un fragmento de un rompecabezas cósmico.

Las aguas del claro murmuran secretos mientras mi identidad se desliza entre mis dedos como arena fina. En este teatro de recuerdos fragmentados, me encuentro perdido, pero en la danza de luces y sombras, algo se agita en las profundidades de mi ser, como una tormenta que amenaza con desencadenarse. En la sinfonía de mi propia confusión, sé que hay respuestas ocultas entre los destellos de mi memoria olvidada.

En medio de la niebla de mi propio desconcierto, los esfuerzos por desentrañar mi pasado se convierten en un laberinto sin fin. Bebo del agua circundante, y mi mano, al sumergirse en su frescura, parece fundirse con la esencia misma de su energía. Puedo sentir cómo fluye, cómo se desliza dentro de mí, revitalizándome y tejiendo fuerzas renovadas en las hebras de mi existencia fragmentada.

Mi corazón late con una urgencia que acompaña al misterio que envuelve mi ser. Mis oídos, aguzados como las lanzas de un guerrero en alerta, captan la sinfonía viva que compone el bosque a mi alrededor. El aleteo de los insectos se entrelaza con el suave canto de las aves, mientras el trocar de las cornamentas de los ciervos resuena en armonía con el susurro del viento entre las hojas danzarinas.

Cada sonido, cada eco de la naturaleza, se percibe más próximo, como si mi presencia estuviera entrelazada con la esencia misma de este mundo. La llavina de las hojas al mecerse en el aire se convierte en una melodía que resuena en mi interior. En este instante, soy más que un espectador; soy un participante en la danza cósmica que se despliega a mi alrededor. Siento que, de alguna manera, este vasto escenario forma parte de mí, y yo, a su vez, me integro en la trama intricada de la existencia que se desenvuelve con cada susurro y suspiro de la naturaleza.

Mi corazón late con una furia desatada, su eco resuena en mis oídos como el estruendo de tambores en la tormenta. Un dolor ardiente se apodera de mi pecho, encogiéndolo con fuerza implacable. La conciencia se desvanece en un torbellino oscuro, y caigo una vez más al suelo, dejando que las hojas y los palos secos cedan bajo mi peso, crujientes testigos de mi desfallecimiento en medio de este misterioso escenario natural. La penumbra se cierne sobre mi visión, y mientras mi cuerpo yace entre las huellas de mi propia confusión, la sinfonía del bosque persiste, ajena al drama que se desarrolla en el corazón de esta tormenta interna.

Soy Lysander Argeon, un ser forjado en el crisol de la magia desde una edad tan temprana que desafiaba las normas establecidas incluso para los dioses. Mientras otros apenas exploraban los primeros retazos de la magia, yo ya tejía los cuatro elementos con destreza: tierra, fuego, agua y aire danzaban a mi voluntad.

La pérdida de mis abuelos a la edad de once años marcó un giro en mi destino, dejándome solo en un mundo de sombras y misterios. Fue entonces cuando un hombre sabio cruzó mi camino y me sumergió en el conocimiento de la lengua muerta. A los trece años, mi maestro reconoció que había superado las enseñanzas de cualquier mago de alto rango. Me envió con otras razas , consciente de que mi sed de conocimiento debía nutrirse aún más.

La lengua muerta se desplegó ante mí como un pergamino antiguo, y en tan solo dos días, sus secretos se revelaron. Sin embargo, mi don trascendía la magia convencional; era algo que no comprendía por completo, una fuerza latente destinada a cambiar el curso del mundo.

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