3. Boli

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Estaba cansado, muy cansado, había tenido una guardia de 72 horas era literalmente más ojeras que persona por lo que necesitaba dormir, en serio lo necesitaba. Una vez su cuerpo tocó el suave colchón de su cama se quedó dormido al instante, ama la medicina con todo el corazón lo hace pero algunas veces se mata tanto que eso lo cansa tanto física como mentalmente, despertó al día siguiente a al rededor de las 11 de la mañana sintiéndose como si treinta camiones le pasarán encima el día anterior, bufando por despertarse se cubrió con las sábanas de su cama la cabeza intentando quedarse dormido de nuevo. Cuando según él ya se estaba por quedar dormido el ruido de su móvil lo despertó, creyó quizás que había olvidado apagar su alarma o algo por estilo, pero que equivocado estaba ya que pasando unos minutos su móvil seguía sonando por lo que con pereza y murmurando miles de insultos cogió el aparato, sin siquiera mirar quien llamaba descolgó.

¡¡Arriba, arriba, ya salió el señor sol!! — lo saludaron la eufórica voz de su amigo de otro lado de la línea.

Alejó el aparato de su oreja ya que la voz tan enérgica y en tono elevado del mayor le mandó unas pequeñas punzadas en la cabeza lo que le hizo apretar con más aún los ojos, que ni siquiera tenía abiertos.

 —¿Qué paso? —cuestionó con la voz amortiguada debido a que estaba acostado boca para abajo con el rostro hundido en su almohada.

¿Cómo que paso? ¡Tío estoy desde hace veinte minutos parado como idiota frente a la puerta de tu departamento!  —se quejó.

En serio le costaba creer que ellos dos hubieran hecho las mismas horas de guardia en el hospital, es que cualquier persona normal estaría en una especie de estado de inervación o algo por el estilo, pero al parecer el mayor no.

—¿Pero tú estás loco? —bufó con el ceño fruncido —¿Sabes que hora son?

¡Venga que son las 11 de la mañana! ¡Deja de quejarte y ven a abr-

Si, había colgado.

Apretando el móvil en su mano y hundiendo nuevamente su rostro en la blanca almohada amortiguo un gritito de frustración. Terminó por levantarse de mala gana de su cómoda cama y arrastro sin ganas sus pies descalzos por todo su piso hasta llegar a la puerta donde al abrir se encontró con su amigo que lo veía con una sonrisa inocente.

— Dame razones para dejarte pasar y no patearte el culo por interrumpir mi único día libre en semanas —gruñó con una mano en la cadera y la otra cogiendo el pomo de la puerta.

— Porque soy tu mejor amigo.

— Vale, adiós —bufó intentando cerrar la puerta pero el pie del más alto se interpuso en su camino.

— ¡Traje comida! —sonrió agitando las bolsas llenas de comida frente al menor que suspiro y se hizo a un lado para dejar pasar al más alto.

Caminaron hasta llegar al sofá donde el azabache se lanzó a acostarse cerrando los ojos, su amigo prácticamente vivía más allí que en su propia casa por lo que no era un problema encontrar las cosas allí para él. Desayunaron juntos entre risas y bromas, cosa que hizo que el sueño abandonase el cuerpo del azabache, ahora estaban charlando animadamente en la terraza ya que estaban fumando un cigarrillo.

— Jamás me enseñaste quien era el chaval  —sonrió el mayor expulsando el humo.

—¿Qué chaval? —cuestionó confundido dándole una calada a su cigarrillo.

—¡Pues el que le dio me gusta a tu foto de hace 3 años! —le recordó.

—Ooh hablas de ese —una pequeña sonrisa tiro de la comisura de su labio.

Poesía eres tú... [Gadri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora