Daphne
Dejé que mi cuerpo agotado cayera en la cama. Estaba muy cansada, agotada tanto mental como físicamente. Por un lado estaba todo lo que respecta a Rick y el secreto de mi familia y por otro el terrible dolor de cabeza que me azotaba desde que llegué a casa.
Sobre Rick, me había sentido muy bien con él en la tarde, hasta que la realidad golpeó y me recordó que tenía novia e incluso una hija. Era doloroso pensar en ello, porque a pesar de todo yo seguía queriendo estar en el lugar de Marina. Quería despertar al lado de Rick cada mañana, oler su perfume o admirar su belleza al dormir, quería cocinar juntos y hacernos bromas secretas, quería ser la madre de su hija, quería ser quien le diera felicidad.
No saben lo horriblemente hiriente que es querer tener algo y por más que te esfuerces nunca llegará a ti, nunca será tuyo.
Esa noche me dormí pensando en todo lo que pasaba con Rick y buscando soluciones para resolverlo, pero el sueño me cubrió con su manto antes de siquiera poder encontrar la primera.
Me coloqué las zapatillas y fui directamente al baño. Me di una ducha y me lavé los dientes. Cepillé mi cabello y me puse un vestido azul oscuro. Para cuando llegué abajo mi familia estaba desayunando y riendo animadamente.
Stacey se veía bien al igual que Arthur, pero mi madre a pesar de estar riendo se veía preocupada, agitada.
—Buenos días. —Saludé.
—Buenos días. —Repitieron los tres al unísono.
Me senté en la mesa, junto a mi madre. Ella me escudriñó sutilmente sin darse cuenta de que la estaba viendo. Me serví un poco de jugo de manzana y hablé con Stacey sobre como se sentía. Al parecer era más fuerte de lo que yo pensaba.
Después de desayunar y de despedirme de mi familia salí a dar un paseo. Necesitaba relajarme antes de ir donde Hemsworth y desentrañar el oscuro secreto de mi familia que me mantenía ajena a la verdad.
Metí las manos en los bolsillos de mi abrigo y ralenticé mi paso. Disfruté del sonido de la nieve hundiéndose bajo mis pies, el aire frío y el murmullo de la sociedad. A lo lejos había una pareja con una niña pequeña de al menos unos cinco años. Ellos la alzaban de sus brazos y la hacían saltar sobre algunas lomas de nieve.
—¡Buu! —Dijo alguien asustandome.
Pegué un brinco y me di la vuelta para encontrarme con unos ojos azules. Las ondas caían sobre su frente lentamente hasta llegar a sus cejas abundantes. Sonreí sin poder evitarlo.
—¡Serás pesado! —Le di un golpe en el hombro.
—Ven acá, doctora. —Sus brazos me abrazaron y pegaron a su cuerpo.
—Sentí mis mejillas calentarse. —¿Desde cuándo eres tan cariñoso, Gruñón?
—Desde que soy consciente del tiempo.
Incliné mi cabeza a un lado y lo miré expectante, a lo que él negó con su cabeza y me dio un beso en la frente. Ese gesto tan insignificante provocó que la jaula que encerraba a mis mariposas se abriera y el aleteo surgiera.
Me colocó a su lado, con una mano todavía alrededor de mi cintura y comenzamos a caminar. Recorrimos las calles de la ciudad, mirando el paisaje de vez en cuando o mirándonos.
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Mírame en las estrellas
RomansaNo cabe duda de que la vida es el regalo más preciado que se nos concede al nacer. Pero, ¿eres capaz de dedicar ese regalo que se te concedió a alguien, cuando este ya se dio por perdido? ¿Dejarás detrás todos tus sueños y aspiraciones solo por él...