Capítulo V

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Daphne

Estaba agotada para cuando terminó el día. Habían llegado tres casos graves, entre ellos una chica que había sido violada brutalmente por un familiar y había terminado en estado crítico de tantos golpes que le habían dado. También estaba Karlos. Si tenía Leucemia, lo peor de todo es que la posibilidad de un transplante de médula era escasa porque era hijo único y la lista de espera es inmensa.

Nadie mejor que yo conocía tan de cerca lo que era perder a alguien por cáncer. Mi tía y mi abuela ambas murieron de cáncer de mama.

A estas alturas de mi vida el cáncer no me había tocado, pero me había arrebatado cada parte importante de mi vida. Incluso a veces pienso que preferiría haber muerto yo en lugar de todos ellos.

Cada día que me despierto y veo que no hay una cura para esa maldita enfermedad me siento inútil. Soy médico y mi trabajo es salvarles la vida a todas las personas, pero a veces pienso que no cumplo con mi misión cuando veo al cáncer riéndose en mi cara y llevándose por montones a personas importantes.

Y odio eso, odio sentirme inútil. Lo peor de todo es la culpa que me carcome. Aunque supiera que no era mi culpa que alguien se hubiera ido, también sabía que éramos demasiado lentos. Que si fuéramos un poco más rápidos habrían millones de personas aún con sus seres queridos.

Dejé el bolso en el piso y fui directamente al baño. Necesitaba relajarme y olvidarme un poco del estrés de mi primer día de trabajo.

Me preparé la cena y le di de comer a mi gato. Justo cuando subí a mi habitación me quedé mirando la estantería completa de libros de medicina que tenía. Años enteros de mi vida estudiando sin parar y todavía me siento tan jodidamente inservible. No sólo es el cáncer, hay más enfermedades que aparecen día a día y dejan a su rastro una ola de dolor y destrucción y es tan exasperante como lo único que puedes hacer es esperar que no vuelva a pasar.

Me desperté rápidamente e hice todos mis quehaceres antes de salir para el trabajo. Pillé un taxi en la esquina y logré llegar media hora antes del inicio de jornada, tal y como me había dicho el doctor Hemsworth. Hay me encantaría restegarle en la cara que había llegado temprano.

Desgraciadamente para mí volví a usar tacones y la verdad el sonido era insoportable entre las paredes y el parloteo de las personas. Tomé nota mentalmente de usar tenis al otro día.

No vi a Maggie ni a Matthew en la oficina así que supuse que estarían con sus respectivos casos. Yo me cambié rápidamente y me tomé de paso otra taza de café. Me pasé por la habitación de la chica de la violación y la vi dormida así que me dirigí a la de Rick. Dudaba mucho que si seguía aturdido por todo lo de la muerte de su hermana estuviera dormido.

Se veía tan afectado que me preocupaba que cometiera algún error. Lo sé porque cuando pasó lo de mi padre tuve que ir a terapia después de un intento de suicidio fallido. Gracias a Dios logré convencer a mi madre de que le dijera a la psiquiatra que no lo había intentado sino, pensado solamente y que al comentárselo durante una pelea me llevó a terapia. Agradecí eternamente ese acto y aún sigo sin poder pagarselo del todo. Gracias a ella pude estudiar medicina sin ningún problema en mi expediente.

Subi en el ascensor y me entretuvo viendo los números subir. Las puertas se abrieron y dejaron ver el rostro que menos deseaba ver en ese momento: Hemsworth. Seguía teniendo esa mirada escalofriante que te hacía querer esconderte detrás de cualquier cosa con tal de que no te notara.

Se puso a mi lado y se acomodó el estetoscopio en el cuello. El silencio era incómodo, pero ninguno de los dos trató de romperlo. No es que nos llevasemos muy bien y tuviéramos muchos temas de conversación. Después de que el ascensor llegara a su destino no pude evitar maldecir por lo bajo, pues era la misma que la mía. Salí lo más rápido que pude tratando de evitar alguna de sus estupidas disyuntivas pero la suerte nunca estaba de mi lado.

—¿Señorita Blossom, va a ver a su paciente? —Indagó con su habitual frialdad.

—Me di la vuelta y forcé una sonrisa de labios cerrados. —Si.

—Espero que pueda salvarle la vida a su drogadicto. —La forma en la que lo decía me revolvía el estómago, no sabía cómo se hacía llamar médico.

—Por supuesto que le salvaré la vida, a pesar de que sea un drogadicto todos merecemos una segunda oportunidad. —Le aseguré.

—No me diga. —Ironizó.

—Me acerqué a él a una distancia bastante imprudente lo cual pareció sorprenderlo bastante. —Pongame todas las trabas que quiera, le aseguro que le salvaré la vida a Rick Frost y usted tendrá que morder el polvo Hemsworth.

—Rió por lo bajo. —No esté tan segura, Blossom, la vida es una ruleta rusa, tal vez no al primero ni al segundo pero, ¿quién quita que al tercero se dispare la bala?

—Hice una mueca. —Esperemos que sean balas de goma.

—Se alejó de mi. —Esperemos.

Con eso se fue caminando tranquilamente y me dejó a mi hecha un maldito volcán a punto de hacer erupción. Si odiaba algo más que la muerte, eso eran los malditos prejuicios. Hemsworth se negaba a salvarle la vida a Rick porque era un drogadicto y eso me hacía hervir la sangre. Los médicos salvamos todas las vidas posibles, no vamos por ahí eligiendo cual es más apta o no para vivir, solo las arrebatamos de las crueles garras de la muerte. Hemsworth era un maldito idiota que iba en contra de todo lo que juró al hacerse médico.

Después de haber hecho unos pocos ejercicios de relajación me dirigí a mi antiguo destino. Necesitaba empezar a trabajar en el caso de Rick y más a profundidad. Sabía que se me haría difícil ya que al parecer Hemsworth no me dejaría hacerle todos los exámenes necesarios, pero Rick viviría, yo me encargaría de eso.

Mírame en las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora