12. Kástian tienla mirada puesta en el cielo

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Hogar, déjame volver a casa.
El hogar es cuando estoy contigo.♪

(Home, let me come home.
Home is whenever I'm with you)

♪ Home ♪
Edith Whiskers

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CAPÍTULO 12

7 días eran los que constituían una semana. 7 largos días compuestos por 24 largas horas, las cuáles parecían ser cada una más larga e interminable que la otra.

Un infierno personal para cualquier persona de mente inquieta.

O al menos eso fué lo que me pareció a mí.

Había pasado una semana entera desde la última vez que fuí al bosque y el tiempo parecía haberse ralentizado. Y más dentro de las cuatro paredes de mi habitación, me sorprendía la lentitud con la que pasaban las cosas, como si el mismísimo universo no quisiera que pasase algo.

Pasé los últimos días encerrada en mí habitación, como siempre. Pero por alguna razón, sentía que no era lo mismo. Sentía que algo era diferente, que algo faltaba, y no era algo que tuviese que ver con la habitación. Algo me faltaba a mí.

Y era molesto.

Con papá pasando más tiempo en el hospital que en casa, pasaba las extensas horas haciendo básicamente una cosa. 

Pensar.

Era algo terriblemente masoquista, ya que me hacía preguntas que claramente no podía responder. Era como caer en un agujero negro en el cuál mi curiosidad era la que cavaba más a fondo.

Aparto de un manotaso una rama de arbusto con un brazo en un patético intento de no rasguñarme otra vez el cuello.

Resoplo cuando la maldita rama se enreda, jalando uno de mis largos mechones de mi cabello negro. Cruzo los grandes árboles de pino que eclipsan el tupido bosque, oliendo y casi saboreando la incomparable fragancia. Huele a hogar.

Para cuándo llegó al lugar, no estoy tan cansada ni perdida que las primeras veces, pero si más… Espectante. Nerviosa.

Y entonces, como si de verdad no esperase que sucediese… Allí está él.

Mis manos empiezan a sudar y no me doy cuenta de que estoy jadeando hasta que escucho los incontrolables latidos de mi corazón en los oídos.

Está sentado en el lugar de siempre, sobre los viejos tablones de madera, justo en el medio del puente colgante, con su elegante traje negro hecho a medida, sus largas piernas balanceándose al son del viento sus pálidas manos su cuerpo, apoyadas en la madera vieja y raida. 

Kástian tiene la mirada puesta en el cielo, un espectáculo de colores frente a él, aunque tiene una pequeña sonrisa tirando de una de las comisuras de sus labios.

Sabe que estoy aquí.

Entonces voltea, su mirada grisácea encontrándose con la mía. Regalandome una tierna sonrisa emocionada que achina sus ojos y juro, juro por Dios que mi corazón da un salto dentro de mi pecho. Pero lo ignoro.

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