Mi pequeño y salvaje Dandelion
Querido diario,Hoy abro la puerta de la habitación de mamá despacio, siendo tan sigilosa como un pequeño ratón. No quiero despertar a papá, el cuál está abajo, se quedó dormido en sofá mientras miraba la televisión.
Al entrar, lo primero que puedo notar es que la habitación está sumida en una oscuridad antinatural, y de inmediato pienso que tal vez no se encuentre aquí. Ella jamás estaría en una habitacion oscura porque sí, en el lugar al que iba mama siempre había claridad. En esta ocasión, la única luz encendida es la de una pequeña lámpara en el tocador de mamá. Y allí es donde la encuentro. Sentada frente al espejo de su tocador, su cabello largo y negro cayendo en cascada por su espalda recta.
La miro, preguntandome que me encontraré cuando me acerque, preguntandome si soy lo suficientemente valiente para hacerlo. Preguntándome si algún día sería tan valiente cómo ella.
Después de unos minutos, que parecieron ser tan cortos, me acerco sigilosamente, sabiendo que ella todavía no repara en mí presencia. Me paro junto a ella, mirando su rostro sin vida, parecía perdida en algún lugar lejano de su mente. Se miraba a ella misma, pero no parecía ver en realidad la esquina de su labio inferior roto, o el hematoma morado sobre su ceja derecha. Ya no parecía mirar su cabello cada vez más poco y opaco, o su cuerpo demasiado delgado y su piel cada vez más pálida y quebradiza. Yo quería gritar. Quería gritarle y traerla devuelta del lugar al que se había ido, el lugar al que papá la había obligado a escapar. Quería decirle que no estaba sola, que yo estaba aquí con ella, que no se rindiera, que no me dejara sola. Que sí ya no podía más, yo podría por las dos.
Recuesto mi cabeza en su brazo, pero ella parece estar demasiado lejos. No me nota, no me siente, ni siquiera parpadea y yo me pregunto que estará pasando en su cabeza.
—Mamá.—No se inmuta y tomó levemente su brazo delgado, acariciandolo con cariño. Por favor, regresa—¿Mamá...?
Entonces Dorothy, mi madre, regresa por fin del lugar lejano en su mente en el que se encontraba sumida. Parpadea, como si estuviera ubicándose, luego mira su reflejo en el espejo frente a ella, para luego finalmente, dar conmigo. Sus hermosas facciones se llenan de miedo al instante, miedo por mí.
—¡Cariño! ¡¿Que... P-pasó algo?! ¿Estás bien? —me pregunta con el pánico gravado en su voz, inspeccionando mis brazos, mi cuello, mi rostro y cualquier lugar que pueda. —¿T-tú padre...?
—Esta abajo, tranquila, se quedó dormido en el sofá viendo la televisión. —le tranquilizo tocando sus manos sobre mis mejillas, ella no parece muy segura.
—¿Estás bien?
—Si, estoy bien mamá, no te preocupes. Vine porque estaba muy aburrida sola en mi habitación.
—¿Y el diario que te dí? Has estado escribiendo en él? —pregunta con voz dulce, apartando un cabello de mi cara.
—Si, de hecho, he escrito mucho. Me encanta.
—No sabes cuánto me alegra oír eso, cariño. —pasa sus dedos por mi cabello, cepillando las hembras enredadas. Me da una de esas sonrisas tan hermosas, esas en las que las pecas de su nariz se fruncen entre sí, esas sonrisas que últimamente son tan escasas. Y por ello invaluables. — Vamos, voy a peinarte, tienes un nido de pajarillos en el cabello.
—Oh vamos, estás exagerando. —le digo, pero porsupuesto que quiero que peine mi cabello. Me encanta cuando lo hace.
—Tal vez incluso viva un duende allí. Vamos, siéntate, mi Dandelion.
Reí con ganas cuando empezó a hacerme cosquillas en la panza, luego ella se levantó y yo me senté frente al tocador en su lugar. Se dispuso a desenredar mi cabello, mientras yo le contaba las cosas más aburridas, pero por la forma en la que ella me escucha cualquiera diría que eran fascinantes. Recuerdo el momento en el que hacíamos esto cada día, en el que hablar la una con la otra de esta manera era algo del día a día, cuando los silencios no se lo comían todo.
—Mi cabello está más largo, ¿Cierto, mamá? Pronto estará casi tan largo como el tuyo.
Ella sonrió.
—Si, mi querida Dandelion, tu cabello, toda tu eres preciosa.
—Mamá...
—¿Si, cielo?
—¿Por qué elegiste ese nombre? ¿Por qué Dandelion?
Ella sonrió, sonrió de esa manera suya que hacía que mi corazón se calentará. Quería guardarlas, quería tomar todas sus sonrisas y embotellarlas pará tenerlas conmigo por siempre, así podría admirarlas cada segundo.
—Porque tú eres mí deseo de diente de león, eres todo lo que siempre soñé. —se acercó, tomandone de los hombros y posando su rostro justo junto al mío.—Eres un sueño hecho realidad, Dandelion.
Observé nuestros rostros juntos, observé lo parecidos que eran, y sentí un orgullo grande y resplandeciente subiendo por mi garganta. Era tan parecida a mi madre, era tan parte de ella. Se siente tan increíble ser parte de algo que amas tanto.
—Somos tan parecidas, mamá.
—Lo somos, tu y yo somos una sola, Dandelion. Por eso siempre estaremos juntas.
Yo seguía admirando con fascinación nuestros reflejos frente a nosotras, lo cuáles nos regresaban la mirada. Entonces lo noté. Mamá y yo no éramos completamente iguales, había algo diferente entre nosotras. Algo que no le pertenecía a ella. Mis ojos. Los de ella eran de un verde esmeralda brillante y atrayente, uno tan mágico y especial como el bosque, uno que yo quisiera tener. Los míos, en cambio, eran muy diferentes, eran unos que ni siquiera había podido ver en alguien más en la escuela o en cualquier otro lugar. Eran muy extraños, uno era de un color azul tan claro como el cielo en paz, el otro, era de un color tan negro que parecía carbón. Era tan raros y peculiares que en alguna otra vida me habrían gustado, pero el solo hecho de recordar quien me los había heredado, el solo recordar porque los tenía hacía que ya no me gustarán. Porque estos ojos heterocromaticos pertenecian a mí padre.
Y eso ya era suficiente para odiarlos.
Mamá termina el último paso, dejando mi cabello tejido en dos trencitas a cada lado de mi rostro. Le sonrío a mí reflejo. Son hermosas.
—La princesa ya está lista para el baile.
—Gracias mamá, son hermosas. Cómo siempre.
—Tu eres la hermosa, mi cielo. Eres una niña tremendamente bonita. —reí, porque aveces me halagaba demasiado.
—¿Me peinarás mañana otra vez?
—Obviamente. No podemos permitir que se desencadene ese desastre de nido de pájaros otra vez, ¿Cierto? Que espanto.
Me levanto sonriendo, luego la abrazo tan fuerte como puedo. Tratando de perderme en ella y en su calidez, de que con mis brazos sepa lo mucho que la quiero.
—Te amo, mamá. —le digo aún así.
—Yo te amo aún más, mi pequeño y salvaje Dandelion...
Ella también me abraza tan fuerte como puede, y por este breve momento, solo existimos ella y yo. Solo mi madre y yo y juntas podemos contra todos los monstruos.
Una feliz...
Dandelion
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Dandelion
JugendliteraturJhada Fairy no creé en la magia, el polvo de estrellas, en los sueños cumplidos o los deseos hechos realidad... Hasta que un día conoce a el chico de los ojos tristes... Una peculiar y maravillosa anomalía fantasmal en la tierra. Ella... Una chica q...