—Antes——Lo siento mucho, señor Jeon, pero la niña murió…
Los latidos de su corazón se reentalizaron y volvieron a dispararse, haciendo que se forme un pitido doloroso para su cabeza y oídos. Mientras el medico seguía explicando lo sucedido Jungkook sentía que su vida se iba por la borda. Quería llorar. Quería gritar. Quería correr, correr lo más lejos posible de ese infierno, de ese túnel donde poco a poco se estaba hundiendo. Pero ni su boca y cuerpo quisieron obedecerle.
Una niña
Su pequeño bebé era una niña, iba a ser padre de una niña, una bebé que ahora le había sido arrebatada.
Muerta, era Jungkook quién sentía muerto, un muerto que aún respira. No podía moverse, no podía pensar, no podía hablar. Esta es la primera vez que no puede hablar. Jeon Jungkook, un importante empresario petrolero, el hombre más educado y humilde jamás visto en las calles de Seúl, un hombre respetado por miles y amado por su filantropía. Tenía todo el dinero del mundo y más del que cualquier mortal podría desear. Un hombre que tenía más dinero que prefería las cosas sencillas, y amaba con tanto fervor lo más preciado que tenía: su familia, la familia que acababa de perderse, la familia que esperaba ansiosamente al angelito, debía iluminar su vida, la luz, que le fue arrebatada, dejándole sólo dolor, culpa, ira y un profundo odio a sí mismo. Por primera vez, sintió que su vida estaba a punto de terminar.
Pero tenía que continuar, aún le queda ese doncel por el cual debía ser fuerte. Por el cual ser valiente. Uno que ahora mismo lo esperaba para ser el quien le dé la peor noticia.
Jungkook tenso su cuerpo, sus lágrimas se suspendieron. El pitido en sus oídos parecía haberse calmarse, su vista enfoco el pasillo que iba hacia la habitación de su esposo y comenzó a caminar hacia la habitación de Jimin.
Cada paso que daba se sentía como una espina clavándose en la planta de sus pies tan pequeña pero ponzoñosa y otra daga clavándose en su alma desgarrándole el corazón hasta que volviera a chorrear sangre. El camino fue breve, pero se sintió tan largo y pesado que una vez que estuvo frente a la puerta tuvo que sostenerse de esta para no desplomarse. Cerro los ojos y los apretó lo más fuerte que pudo, soltó las suficientes respiraciones bruscas que le permitieran estar enfocado. Y después de unos dolorosos minutos pudo al fin tomar la perilla de la puerta y abrir la misma.
—Jungkook, finalmente estás aquí, ¿Qué diablos te tomo tanto tiempo? — Jimin lo regañó tan pronto como Jungkook entró a la habitación.
Jungkook no respondió, simplemente se giró para cerrar la puerta, mientras volvió a dar una fuerte y silenciosa respiración. Cuando se giró nuevamente Jimin estaba quitándose los implementos médicos que tenía puesto con una expresión de fastidio. Trago dura antes de acercarse hacia él.
—Jimin—Llamo a su doncel, pero fue ignorado. —Jimin—Intento otra vez, pero volvió a ser ignorado.Jimin continuó retirando los suministros médicos de su cuerpo. Escuchó a Jungkook hablar con él, pero lo ignoró deliberadamente.
—¡Detente, por favor! —Dijo fuerte sin llegar a gritar.
Jimin se detuvo y volteo hacia el furioso—No me alces la voz maldito imbécil—Gruño ofendido.
Jungkook se quedó helado, sin poder moverse. Jimin nunca le había faltado el respeto de esa manera, nunca, si, tiene que aceptar que a veces—Siempre—Jimin era de palabras para nada inofensivas llegando incluso a ser hirientes en su momento, pero a pesar de eso, nunca, nunca, lo había insultado, bueno a veces le decía que era un tonto, pero eso no era un insulto ¿verdad?