Alexander

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Alexander Blackwood estaba en Sao Paulo por negocios, observando la ciudad desde la ventana de su lujoso cuarto de hotel. El mobiliario moderno y elegante contrastaba con la calidez de las luces de la ciudad que se filtraban por las cortinas. Solo estaría en la ciudad por unos días, pero cada momento le parecía una eternidad cuando estaba lejos de Scarlett.

Desde que eran niños, Alexander había estado obsesionado con ella, y esta obsesión había crecido con el tiempo hasta convertirse en algo profundamente arraigado en su corazón. Aunque siempre había sido amigo de la familia de Scarlett y había estado cerca, sabía que su presencia no siempre era bienvenida para ella. Pero él no podía evitarlo. Era rico, atractivo y acostumbrado a tener lo que quería, y Scarlett era lo único que deseaba y no tenia.

Mientras contemplaba la ciudad nocturna, los pensamientos de Alexander se centraban en Scarlett. Recordaba cada encuentro, cada sonrisa, cada mirada que habían compartido a lo largo de los años. Y aunque sabía que ella no sentía lo mismo por él, no podía evitar anhelarla con cada fibra de su ser.

De repente, su teléfono sonó, sacándolo de sus pensamientos. Era su informante en Londres.

—¿Qué tienes para mí esta vez? —preguntó Alexander con impaciencia.

—He seguido a la señorita Scarlett todo el día, señor Blackwood. Primero fue a casa de su madre y luego pasó un rato en una galería de arte en el centro de la ciudad —informó -. Ahora se encuentra en su departamento.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Alexander al escuchar la información. Saber que ella había estado fuera y luego había vuelto segura a su departamento lo reconfortaba.

—Bien hecho. Sigue observándola y manténme informado de cada movimiento que haga —ordenó Alexander antes de colgar.

Después de la llamada, Alexander tomó su teléfono y desbloqueó la pantalla. La imagen de Scarlett desde el fondo de pantalla, y una sensación de amor profundo inundó su pecho.

—Mi dulce Scar —murmuró Alexander mientras acariciaba la pantalla del teléfono con delicadeza.

Al día siguiente, a pesar del horario temprano, Alexander estaba despierto. Se había acostumbrado a comenzar su día antes que el sol saliera, aprovechando cada momento para avanzar en sus planes.

Con paso decidido, se dirigió al balcón de su habitación y contempló la vista de la ciudad que se extendía ante él. Los rascacielos se alzaban majestuosos en el horizonte, iluminados por las primeras luces del día. A lo lejos, podía ver las calles de Sao Paulo cobrando vida lentamente, mientras los primeros transeúntes se apresuraban hacia sus destinos.

Mientras observaba la ciudad desde su privilegiada posición, Alexander reflexionaba sobre los eventos del día anterior y los planes que tenía para el día que se avecinaba. Sabía que el tiempo era valioso y no podía permitirse perder ni un minuto en su búsqueda de poder y dominio.

Mientras Alexander seguía concentrado en sus pensamientos, su asistente personal, Lucas, entró en la habitación del hotel con una bandeja de desayuno.

—Buenos días, señor Blackwood. Espero que haya descansado bien. Tengo algunas noticias para usted —anunció Lucas con su habitual tono profesional.

Alexander apartó la mirada de la ventana y se sentó en la cama, preparándose para escuchar las novedades.

—Dime, Lucas. ¿Qué tienes para mí? —preguntó Alexander, con interés palpable en su voz.

—Tiene una reunión programada para mañana con las principales empresas de Sao Paulo, como solicitó. Todas están ansiosas por discutir posibles colaboraciones con nuestra compañía —informó Lucas, repasando su agenda en su tableta.

Alexander asintió con satisfacción. Había venido a Sao Paulo con un propósito claro en mente, y esta reunión era parte fundamental de su plan.

—Excelente, Lucas. Asegúrate de que todo esté en orden para mañana. Quiero que esta reunión sea impecable —ordenó Alexander, con determinación en su voz.

—Por supuesto, señor. Todo está bajo control. Además, el encargo que nos encomendó se ha completado según sus especificaciones. Ninguna empresa ha aceptado contratar a la señorita Scarlett en sus filas —añadió Lucas, con un tono de satisfacción en su voz.

Una sonrisa satisfecha se curvó en los labios de Alexander al escuchar la noticia. Sabía que había tomado la decisión correcta al hacer todo lo posible para mantener a Scarlett lejos de otras oportunidades laborales. Quería que ella dependiera de él, que no tuviera más opción que acudir a él en busca de ayuda y apoyo.

—Perfecto, Lucas. Eso es exactamente lo que quería escuchar —respondió Alexander, con una expresión de triunfo en su rostro.

Lucas asintió y se retiró de la habitación para dejar a Alexander solo con sus pensamientos. Estaba decidido a hacer todo lo que estuviera en su poder para asegurarse de que ella nunca se alejara de él.

Fotografías y Susurros en LondresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora