El Atraco | Imantado

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— Estoy muy nerviosa, Alicia. — mordí la tapa del boli con el que estaba jugando mientras hablaba con mi mejor amiga.

— Es normal, ___, no siempre se hace la whitelist para entrar a SpainRP. — desde hacía años que teníamos el sueño de entrar a ese server de roleplay. — pero tienes que estar tranquila, enseguida nos dirán el resultado.

Y así fue. A los pocos minutos un sonido proveniente de Discord hizo que mi corazón se acelerase. Abrí temblorosa el canal donde daban los resultados y comencé a leer en voz alta.

— Alicia... — llamé a la chica con una mano tapando mi boca. Esta emitió un sonido mientras se acercaba a mi. — Alicia... ¡Alicia!

— ¿¡Que!? Pesada que estoy aquí. — exclamó estando a mi lado.

— ¡He entrado! ¡Aprobé! — salté de la silla y abracé a la rubia.

De la felicidad y euforia del momento hice que ambas cayésemos al suelo carcajeando como locas. Justo en ese momento mi padre abrió la puerta de mi habitación viendo el panorama.

— ¿Que os pasa, locas? — preguntó con una leve risa apoyado en el marco de la puerta.

— ¡He entrado, papá! — repetí levantándome y corriendo a abrazarlo. Mi padre sabía que quería entrar al server, me escuchaba siempre que le hablaba de mis gustos sin criticarme.

— Felicidades, hija, me alegro que lo hayas conseguido. — acarició mi espalda con una sonrisa. — en nada está la cena lista, chicas. — ambas asentimos con la cabeza y se fue.

Hasta la hora de cenar estuvimos hablando de cómo serían nuestros personajes físicamente, ya que Alicia también aprobó. Bajamos hasta la cocina donde nos sentamos los tres en la mesa y comimos con tranquilidad, hablando de cómo nos fue el día.
Para mi padre, Alicia era como una hija más. Para mi ella es un pilar fundamental, mi mejor amiga desde hacía años, con la que me refugié en mis peores momentos y la que estuvo en los buenos también, apoyándome en todo.

— Te quedas ¿no? — le pregunté.

— negó con la cabeza. — no puedo, pero nos vemos mañana.

La acompañé hasta la puerta y me despedí de ella con un abrazo. No vivía muy lejos de mi casa.

Estuve un rato con mi padre en el salón mientras veíamos una serie. Tiempo más tarde ambos nos fuimos a dormir. Me tumbé en mi cama con una sonrisa, estaba tan feliz de haberlo conseguido.

Al día siguiente me desperté a las ocho de la mañana, empezaba una semana nueva más de trabajo. Ese día me tocaba abrir la tienda. Trabajaba de dependienta en una tienda de ropa.

Me levanté y desayuné algo rápido, para luego irme a duchar y maquillarme como cada día, algo simple. Me cambié al uniforme, agarré el bolso y las llaves del coche para rápidamente conducir hasta la tienda.

— Buenos días, María. — saludé a mi compañera con una sonrisa.

— Buenos días, ___. — hizo lo mismo. — ayer llegaron las cosas de la nueva colección. — asentí.

— Ahora mismo me pongo a colocarlo todo. — sonreí.

Dejé mi bolso en la taquilla y tras localizar las prendas empecé a colocarlas en su lugar. Una hora después abrimos las puertas de la tienda y poco a poco empezaba a llenarse el local.

— ¿Puedo ayudarla en algo? — pregunté a una señora gentilmente.

— Ay cielo, por favor, necesito encontrar un jersey para mi hija. — comentó la mujer.