Paula

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Enrique miró nervioso a su alrededor antes de entrar en la cafetería. El aroma del café fresco y el murmullo de la gente creaban el telón de fondo perfecto para su encuentro ilícito...


Esmeralda, sentada en una esquina discreta, levantó la mirada al ver a Enrique. Una sonrisa insinuante bailó en sus labios mientras se ponía de pie para saludarlo.


Esmeralda: (sonriendo) Enrique, siempre puntual. ¿Qué tal tu día?

Enrique: (mirando a su alrededor) Deberíamos ser más cuidadosos. No sabes quién podría estar observando.

Esmeralda: (riéndose suavemente) Relájate, cariño. Nadie sospecharía que el respetable Enrique tiene un romance a escondidas.

Enrique: (susurrando) ¿Cómo estuvo tu día?...



Las sospechas eran ciertas, el oscuro secreto de Enrique se deslizaba como una sombra por los recovecos de su vida aparentemente perfecta con Victoria.

Las sospechas, antes solo murmullos en su mente, se confirmaban día tras día.

Enrique, el hombre que Victoria creía su compañero fiel, estaba tejiendo una traición a sus espaldas.

Su refugio clandestino era una cafetería cercana a su despacho, donde cada encuentro se convertía en una sinfonía de miradas furtivas y risas cómplices. Los días se volvieron cómplices de su infidelidad, la rutina del engaño tejía una telaraña más densa a su alrededor. A pesar de las emociones encontradas y la carga de la culpa, Enrique no podía romper los lazos con su amante.

La pasión prohibida se había vuelto un vicio, una adicción peligrosa que amenazaba con desmoronar la estructura de su vida.

A pesar de todo Enrique no estaba dispuesto a sacrificar la comodidad y el lujo que Victoria le proporcionaba. Aunque sus sentimientos por ella habían menguado, su dependencia económica se mantenía fuerte. Había resuelto los problemas financieros que alguna vez enfrentaron, pero prefería mantener a Victoria alejada de esta realidad donde según él podía manejarla como una marioneta en un escenario donde él era el único director.

Cada día que pasaba, Enrique se sumergía más en el abismo de su doble vida. Las mentiras se apilaban como naipes a punto de caer, pero él sostenía la baraja con manos temblorosas, temeroso de que la verdad lo despojara de todo lo que había construido. Mientras Victoria intentaba no sucumbir a sus deseas con Jerónimo para según ella salvar su relación no se daba cuenta que, que ya estaba perdida.





Mientras tanto en el bullicio cotidiano de la oficina y aunque Jerónimo había jurado mantener distancia entre el Victoria, cada interacción, cada roce involuntario, dejaba en él una huella emocional imborrable. Era un juego peligroso, una danza en la que ambos participaban inconscientemente.

Las miradas furtivas de Jerónimo seguían cada paso de Victoria. Él se había prometido no sobrepasarse, pero su corazón latía con una intensidad que amenazaba con desbordarse. Cada toque accidental cuando le entregaba un documento era como una corriente eléctrica, una conexión prohibida que alimentaba la obsesión que crecía en su interior.

Victoria, por su parte, creía que Jerónimo la había superado y que ahora tenían una linda amistad, decidió que sería lo mejor ya que ella no podía permitirse sentir nada más que eso con un hombre tan joven. Sin embargo, Jerónimo se hundía en la vorágine de una obsesión sin control. Los gestos aparentemente inocentes se volvían trampas en la mente de Jerónimo. Cada palabra, cada sonrisa, se interpretaba como una señal de algo más profundo. La obsesión, como una sombra insidiosa, lo envolvía y contaminaba sus pensamientos.

En su desesperación por mantenerse fiel a la promesa que se había autoimpuesto, Jerónimo se debatía entre la lealtad hacia Victoria y la creciente tormenta emocional que lo consumía. La oficina se transformaba en un campo de batalla, donde las emociones no expresadas y los deseos reprimidos creaban un peligro latente.

Victoria, ajena al torbellino emocional de Jerónimo, no percibía la amenaza que se cernía sobre ella. La obsesión de Jerónimo, como un animal acechante, amenazaba con desatar sus garras en cualquier momento, poniendo en riesgo la estabilidad que creía tener en su relación laboral...






Victoria regresa a su casa y se encuentra a Paula quien tenía los ojos llorosos mientras miraba por la ventana, como si el paisaje pudiera desentrañar los nudos de su corazón. La confusión y la tristeza la envolvían como una sombra que se resistía a disiparse.

Paula: (suspirando) Mamá, ya llegaste (corre a sus brazos) necesito hablarte de algo que me está afectando mucho.

Victoria, percibiendo la pesadez en la voz de Paula, la miró con preocupación, invitándola a compartir sus pensamientos.

Victoria: (con ternura) Claro, cariño. Siempre puedes contar conmigo. ¿Qué está pasando?

Paula: (con mirada distante) Me he enamorado, mamá. Pero... es complicado....

(Victoria la mira con confusión y le pide que continúe, pero no sabía cómo decirle a su madre toda la verdad) ma... se trata de mi jefe, pero eso no es lo que lo complica si no que es un hombre casado, y sé que está mal, pero no puedo evitar sentir lo que siento.

Victoria, sintiendo el peso de la confesión de Paula, apretó su mano con firmeza.

Victoria: (suspirando) Entiendo que los sentimientos no siempre siguen las reglas que queremos imponerles. Pero, Paula, este amor parece estar condenado desde el principio. No solo es tu jefe, sino que está casado. No puedes continuar por ese camino.

Paula: (con tristeza) Lo sé, mamá. Pero es tan difícil. Siento que no puedo controlar mis emociones.

Victoria: (acariciando el rostro de Paula) A veces, la vida nos pone a prueba de maneras difíciles. Pero también nos brinda la fuerza para superar esos desafíos. Debes recordar quién eres y lo que mereces. Este amor no te conducirá a la felicidad, y aunque sea doloroso, debes dejarlo atrás.

Victoria(pensando): deberías de hacer caso a tu propio consejo.










Paula asintió resignada pues Victoria tenía razón, pero, en verdad podía dejar de sentir el deseo de estar cerca de él, no, ella no quería dejar de verlo, aunque nunca fuera más que su auxiliar en el hospital, quería estar siempre cerca de él...













del Dr. Heriberto Ríos...

Amor eternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora