III

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Las tersas manos acarician sobre su cintura, el delicado pero pasional tacto lo deja sin aliento, él se aferra al cuello de su camisa, se siente como si le hubiera añorado toda una eternidad, parecía haber sido una eternidad lejos de él.

- No quiero regresar a casa sin ti - pronuncia el tailandés muy cerca de sus labios.

- Jamás tendrás que hacer eso de nuevo - respondió el otro con aquella dicción delicada y más suave que conserva solo para el menor.

Aquel beso lo hace sentir nuevamente cerca de él, es como si se volvieran a encontrar, trascendiendo toda barrera física, para el tailandés se siente como tentar su alma, como si pudiera leer sus sentimientos y sus más grandes anhelos frente a él, se mantienen en aquella pista permanentemente ajenos a cualquier resentimiento y a cualquier vestigio de su pasado, únicamente conservando aquella sensación.

Cuando BamBam le observa nuevamente, aquella mirada afilada le admira, no puede verlo adecuadamente debido a la exigua iluminación de aquel lugar, pero conoce con precisión la fisonomía del coreano, aquel par de lunares sobre su ojo izquierdo, la longitud y anchura de sus muslos, la coloración de sus delgados labios y la textura de su ancha espalda descubierta.

- Debes tener hambre ¿Quieres comer algo? - cuestiona Jaebeom sobre la ensordecedora música, muy cerca de uno de sus oídos.

El tailandés no había reparado en aquello hasta que el coreano se lo mencionó, entonces reconoce sin vergüenza alguna el ruido y aquella sensación vibrante en su estómago, se limita a asentir con una sonrisa enteramente enamorada que entrega solamente a Lim.

Sabe que el coreano siempre está dispuesto a cumplir cualquiera de sus caprichos y sus necesidades más mundanas, por lo que jamás ha temido solicitarle algo por más complicado o simple que fuera, había tantas ocasiones en las que Jaebeom parecía poseer una habilidad para adentrarse en sus más profundos pensamientos, sin si quiera un atisbo de señales, sin haberle mencionado nada, el coreano, más bien, parece estar enlazado a él.

Cuando el mayor le propuso comer una decena Nuggets en un establecimiento de McDonald's abierto las 24 horas, una sensación de felicidad y emoción le inundó, aquello es exactamente cómo se siente estar con él , se siente como el inicio de un esperado período vacacional, como un calmante masaje sobre los pies después de un extenuante día, se siente como si cada día fuera su cumpleaños, como el primer bocado de su comida preferida, como una apacible siesta después de una estresante noche en vela; Lim Jaebeom se siente como su mayor consuelo, es su hogar, es sus mejores momentos, es su refugio, es aquello que no soltará jamás.

Aquella azucarada soda, sin demasiado gas y probablemente con más hielo del que sería recomendado consumir durante aquella gélida noche, sabe aún mejor junto al coreano, BamBam agradece mentalmente al consumir su primer bocado de papas fritas que son tan suaves que parecen deshacerse debido a la calidez de su boca, el coreano permanece sentado junto a él, siempre se habían mostrado renuentes a que cada uno se sentara en el extremo opuesto de la mesa, siempre habían gozado de la cercanía de sus cuerpos y para ambos resultaba extraño observar a las parejas que no se sentaban de esa forma, que elegían permanecer en aquella lejanía.

A aquella hora resulta complicado observar a muchos comensales deleitándose con la seductora comida rápida, pero en ese momento además de ellos dos, se encuentran dos parejas más y un hombre que parece sinceramente abatido. A BamBam le llama la atención una de las parejas, que únicamente logra ver de espaldas, se trata de una mujer rubia y esbelta de cabello rizado y rubio y tupido, pareciendo una peluca realista, viste una falda nívea y una blusa diáfana de mangas reducidas, el hombre posee un aspecto sobrio, un traje color carbón y el cabello de la misma tonalidad.

UranusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora