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─ Ven aquí, rápido... ─ susurró.

La niña dudó en acercarse, el oficial la convencido: "Tu madre te está esperando", la pequeña agarró su osito y saltó por la ventana, el chileno amortiguó su caída. El latino en todo momento cuidaba de pasar desapercibido, algunas veces tuvo que tapar la boquita de la niña para mayor seguridad.

Finalmente llegaron al auto.

Dejó a la pequeña en el copiloto ─ Ya estás a salvo.

─ ¿Dónde está mami?

─ Está en casa, te llevaré ahí.

La menor sonrió.

El chileno subió al auto. Había roto el trato con ellos para solucionar su error con su pareja, se había condenado pero podía estar en paz al saber que no entregó a la pequeña a esos hombres peligrosos.

La pequeña cantaba, algunas veces paraban en tiendas para comprar comida. La niña comió una hamburguesa antes de caer dormida.

Fue despertada por Chile, habían llegado.

─ ¡Mami! ─ bajó de los brazos del oficial con desesperación y corrió a los brazos de su madre.

─ ¡Malvinas! ─ la argentina abrió sus brazos para recibir a su hija en ellos. La alzó en los aires y la abrazó con fuerza llenando de besos sus mejillas.

Toda esa linda escena de reencuentro familiar ocurrió frente al chileno, él tenía una sonrisa en su rostro, sonrisa que fue borrada lentamente.

Se acercó a ellas ─ Argentina, toma algunas de tus cosas, tienes que irte.

─ ¿Por qué?

El de parche miró a un lado ─ Los traicione...tarde o temprano vendrán por mí, por tí y por ella.

La menor se asustó ─ Ven con nosotros.

─ No puedo, estar conmigo es un peligro ─ llevó a la argentina dentro de su casa, sacó una maleta. ─ Yo les pagaré el viaje a un lugar lejos de aquí, no te preocupes por mí, tienes a tu hija, ella es la única que debes cuidar en tu vida.

La argentina entristeció su semblante ante ello, no quería dejarlo sólo pero tenía razón, tenía que velar por la seguridad de su cachorra antes que todo.

La última vez que se vieron fue en el parque dónde se conocieron. Malvinas se despidió con un abrazó.

─ Nos volveremos a ver ¿Verdad? ─ preguntó la pequeña con inocencia.

El chileno sonrió ─ Claro que sí ─ jaló la naricita de la infante. ─ Tu madre te llevará de paseo, yo no puedo por mi trabajo, pero, me traes un recuerdo ¿Sí?

Los ojos de Malvinas brillaron ─ ¡Si!

Chile soltó algunas risas. La argentina se acercó ─ Cuídate y contesta mis llamadas, por favor.

─ Tranquila, lo haré ─ acarició las mejillas de la omega y le dió un último beso.

─ ¡Adiós, papá!

Oh.

Es verdad.

Chile se había metido con la argentina cuando la última era menor de edad, jamás la tocó indebidamente aparte de besos. Siempre quedó la incógnita de si Malvinas era o no su hija biológica, Argentina había tenido una anterior relación íntima.

Oh Chéri ─ RusAmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora