P A R T E - 4

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Ama la vida, es algo que no puedes recibirás dos veces.

A menos que tu nombre sea Severus Snape.


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Los preparativos son largos y tediosos para todos excepto para Severus que parece rebotar por todas partes mirando y asimilando hasta el más mínimo detalle de lo que están haciendo los dioses. Las runas son antiguas o tal vez es que sean originales de los inicios del mundo y la magia, hay dolorosos pasos que requieren verter tanto poder que físicamente a Severus le duele mirarlos, pero los dioses los pasan como si nada.

Las flores florecen en el infierno como una especie de poema a la vida y la muerte, la tierra infértil se llena de gozo mientras Vaide tararea y se prepara para aceptar a su heredero, los fantasmas se reúnen alrededor del exterior del castillo atraídos por la dicha de Morte y Severus intenta con todas sus fuerzas aclarar la maraña de sentimientos encontrados que siguen dando vueltas en su pecho y nublando su cabeza.

Es felicidad, claro que sí, felicidad de que le estén dando una oportunidad para arreglar las muertes que ocurrieron en la guerra, felicidad de que tendrá el poder de proteger a esas personas y eliminar a Voldemort antes de que sea demasiado tarde y felicidad de... vivir la vida que planeaba vivir la primera vez que entro al mundo mágico a los once años cuando todo era más fácil y su mayor enemigo era Tobias Snape, la bebida y el dolor de su madre.

—Casi está listo ¿Nervioso? —Pregunto Vaide pasando junto a él cargando un montón de botellas llenas de lo que parecía algún tipo de poción (los ojos de Severus brillaron con interés)

—Si—Severus respondió honestamente siguiendo a la diosa con sus ojos curiosos posados en las pociones desconocidas.

—Morte ya está cambiándose y arreglando las ropas, deberías ir con él a la habitación del ritual—Vaide dijo pasándole una mano cariñosa por el pelo.

—¿Ya? —Pregunto sobresaltado.

—Si, solo tengo que arreglar estas para verter nuestra sangre en ellos—Vaide explico—¿Sabes si Morte recogió las rosas del jardín? Necesitamos una flor crecida naturalmente en tierra de la muerte por cada uno de nosotros—Severus sacudió la cabeza.

—Estaba revisando el cantico del ritual—Vaide chasqueo la lengua.

—¿Puedes recogerlas tú? Solo abre cualquier ventana y extiende la mano, los rosales crecen altos y las rosas llegan a los bordes de los vidrios del primer piso—Severus asintió.

—Si, claro, lo hare—Severus giro media vuelta y se alejó, Vaide continuo su camino hacía la habitación del ritual.

Los pasillos del castillo estaban decorados con murales preciosos de paisajes oníricos que se extendían hasta donde alcanzaba la vista, había lujo y belleza, pero también una sensación de que aquí las paredes habían visto tanto amor que lo absorbieron y brillaban por ello. Cada grieta en las paredes hablaba una historia maravillosa que databa de miles de años, incluso las manchas y algunas telarañas parecían encajar con la belleza del sitio.

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