☆Capítulo Segundo☆

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NILS

Una sonrisa brillante.
Lápiz labial negro.

Un niño de unos 10 años aproximadamente se encontraba jugando en un parque junto a su mejor amigo: su perro.

Arrancó una rama de uno de los arbustos cercanos y se la arrojó al pequeño cachorro para que la buscara.

El animal fue tras ella meneando la cola.

El pequeño rió cuando su mascota abandonó la tarea de perseguir la rama para perseguir su propia cola.

Nils, así se llamaba el niño, o al menos eso le habían dicho. Solía tener problemas con su memoria y sufrir de "charcos en el cerebro".

Sus padres le habían dicho en varias ocasiones —creía— que no se llamaban "charcos en el cerebro", sino "lagunas mentales". Pero él simplemente los ignoraba y se iba murmurando que su forma de decirlo era mucho mejor.

Si lo decía en voz alta sus padres de seguro lo castigarían y no le dejarían ir al parque.

Escuchó un sollozo y al voltear el rostro en la dirección de la que provenía ese sonido se encontró con una niña de unos seis años abrazándose a sí misma.

Ignoró a su perro que todavía intentaba atrapar su cola.

Quizás fue la curiosidad típica de los pequeños la que lo estaba guiando en ese momento pero se acercó a la chica y se sentó frente a ella.

—¿Por qué lloras? —le preguntó con un tono de voz infantil e inocente.

La niña levantó la mirada y sus ojos, hinchados gracias al llanto, de distintos colores se conectaron con los azules de él. Un mechón de cabello negro y rizado se escapó de su peinado y cayó en su rostro ocultando uno de sus ojos.

El monstruo —contestó ella con la voz débil debido al llanto y a la poca edad que tenía—, seguramente vendrá a verme esta noche de nuevo para llevarme con él—continuó y algo en su tono de voz le dijo que ella se había visto obligada a madurar demasiado rápido para su edad.

Nils parpadeó confuso.

Esa confesión fue demasiado... rara e irreal para él.

Entre las pocas cosas que recordaba estaba el hecho de que los monstruos eran producto de los cuentos.

—Los monstruos no son reales —dijo frunciendo el ceño, ignorando que los verdaderos monstruos no son los que aparecen en los cuentos de hadas hechos para asustar a los niños y a las niñas, sino los seres humanos; la verdadera escoria del planeta.

Se fue de allí con la misma rapidez con la que llegó cuando su nana lo llamó, sin dar tiempo a la niña para que dijera algo más.

▪︎▪︎▪︎

El fuerte dolor de cabeza que tenía le obligó a abrir los ojos lentamente, adaptándose a la claridad que se colaba a través de las ventanas de vidrio.

<<Juro que nunca más voy a beber algo que no sea agua, refresco o té.>>

Tenía la frente perlada en sudor y la respiración agitada, como siempre le pasaba cuando uno de los recuerdos "bloqueados" en algún rincón de su mente se "liberaban".

Hechos de Papel y TintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora