El error

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La noche caía sobre la ciudad, y sus luces parpadeantes creaban un escenario de destellos fugaces en medio de la oscuridad. Kakashi caminaba por las calles, sintiendo el peso de su conciencia como una losa que amenazaba con hundirlo en la oscuridad de su propio remordimiento. Las imágenes de aquella fatídica noche se repetían en su mente, como una película en bucle que se negaba a detenerse. Su voz, normalmente apática y relajada, se quebraba en sus pensamientos mientras intentaba desentrañar cómo había llegado a cometer semejante error.

¿Cómo fue que pasó?

Es que acaso... ¿Siempre había sido este tipo de bastardo?

En la penumbra de sus pensamientos su mente no le daba tregua, el eco de sus palabras mezclándose con el murmullo de la ciudad. Sus pasos eran lentos, como si cada uno fuera una carga adicional que debía soportar. En su mente, el recuerdo de Temari, su atractiva secretaria, coqueteando descaradamente durante la salida de la empresa, parecía un fuego que consumía cualquier rastro de cordura que aún le quedara.


La escena volvía a reproducirse una y otra vez en su cabeza.

Era una noche fresca de primavera cuando Kakashi se encontró atrapado en la vorágine de una cena de trabajo. El ambiente estaba lleno de risas y conversaciones triviales. Kakashi, con su típica apatía, se aferraba a una copa de licor mientras observaba el mundano espectáculo que se desarrollaba a su alrededor.

El ambiente bullicioso del bar, las risas de sus compañeros de trabajo, la sensación de liberación que acompañaba al alcohol. El estrés acumulado durante semanas parecía disiparse en la euforia del momento, y Kakashi había permitido que esa efímera sensación de bienestar nublara su juicio. El recuerdo de cómo sus manos habían rozado accidentalmente las de Temari, cómo sus miradas se habían cruzado con una intensidad casi magnética, seguía atormentándolo.

Recordaba como la luz tenue del lugar resaltaba los contornos elegantes de Temari, cuyo vestido negro se ajustaba a sus curvas con una coquetería evidente. La seducción parecía bailar en sus ojos mientras se acercaba a Kakashi con una sonrisa sugerente.

—Kakashi, deberías relajarte un poco más—, murmuró, inclinando la cabeza hacia él con una mirada que prometía más de lo que las palabras podían expresar.

Kakashi soltó una risa apagada y le dio un sorbo a su copa. —No creo que relajarme sea precisamente mi problema en este momento. —

Temari rio, sus labios rojos brillando bajo la luz tenue. —Oh, pero todos necesitamos un poco de distracción de vez en cuando. —

Kakashi asintió, sintiendo el calor del alcohol subiendo a su cabeza. La conversación siguió fluyendo, y con cada risa compartida, Kakashi sentía que las preocupaciones del mundo exterior se desvanecían lentamente.

Horas después, Kakashi se encontraba en un estado en el que no podía distinguir entre la realidad y la neblina de la embriaguez. Miró a su alrededor, viendo a sus colegas riendo y charlando, y en el rincón de su visión periférica, Temari lo observaba con una sonrisa pícara.

Cuando la fiesta finalmente se disolvió y la mayoría de las personas se retiraron, Kakashi se encontró solo con Temari en un rincón oscuro de la sala, no recordaba en qué momento llego hasta allí. Su corazón latía con una mezcla de excitación y culpabilidad.

—Debería irme—, murmuró Kakashi, sintiendo cómo la tentación lo envolvía como un manto oscuro.

Temari se acercó, su perfume llenando el aire. —¿Por qué la prisa, Kakashi? —

Kakashi tragó saliva, sintiendo la lucha interna entre su deseo inesperado y su lealtad a su novia. —No deberíamos hacer esto. —

Temari se acercó aún más, sus labios rozando la piel de su cuello. —¿Y si quisieras, Kakashi?—

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