Arena. Eso era lo que sentían mis pies. Me levanté y comencé a mirar a mi alrededor, sólo arena aunque a lo lejos había una especie de montaña. Comencé a caminar hacia allí, a medida que me acercaba, la montaña comenzaba a tener forma, en su cima había una rosa blanca plantada en un montículo de esqueletos.
Ahí fue cuando recordé las pesadillas, los recuerdos de aquella niña que describe a miles de soldados muertos en forma de pirámide. Esos eran sus cuerpos.
De pronto la arena me comenzó a engullir. Horrorizada traté de pedir ayuda pero no podía hablar, un sello no me lo permitía. A punto de ser completamente tragada por la arena ví la figura de un hombre y una mujer, brujas.
— Bien hecho Zack, será muy pronto...
Noté como alguien me daba palmaditas en la cara. Abrí mis ojos para así encontrarme con los ojos marrones de mi hermano. Mi padre estaba frente a mí de pie, tanto enfadado como preocupado. A su lado estaba Sienna, quién me miraba con una cara de preocupación.
Mi brazo tenía una venda y mi cara tenía tiritas. Ahí fue cuando recordé lo que pasó, sus uñas clavadas en mis mejillas, la palabra en alemán, aquella bruja de la que hablaba...
—¿Qué ha pasado?— pregunté deseando saber cómo regresé a casa.
— Un Mailen te intentó atacar, un brujo poderoso, ¿Te das cuenta del riesgo que has corrido?— dijo Alexander enfadado.
Agaché mi cabeza, tenía razón, incumplí las normas. Me limité a observar la cálida chimenea, el calor que emitía me ayudaba a entrar en calor. Oscar se sentó a mi lado.
— Mason te salvó la vida, de no ser por él estarías siendo un sacrificio.
Perdón, ¿Oí bien?
—¿Qué?
— Ésta en el balcón.
Subí las escaleras con la chaqueta en mano y al abrir la puerta del balcón, una ráfaga de aire golpeó mi rostro, desordenando mi cabello.
Él estaba allí, de espaldas a mí, contemplando el cielo estrellado con su cabello oscuro alborotado. Me acerqué a su lado, manteniendo unos pocos centímetros de distancia. Permanecimos en silencio, observando el firmamento.
— Esa constelación que ves allí es Pollux.
— ¿Eh?
— ¿Acaso no sabes que es una constelación, Idiota?
— ¿Perdona?— Repliqué ofendida. — No tienes derecho a llamarme idiota cuando no me conces ni siquiera un poquito.
— Deberías ser algo agradecida, te salvé la vida.— Afirmó junto a un suspiro— A lo mejor habría tenido que dejarte junto a ese brujo.
— A lo mejor no habría sido mala idea— Le corté.
Su mirada fue desafiante, parecía un tigre junto a una presa. Pero claro, obviamente yo sería el tigre, él es un simple cobarde que lo único que hace es meterse dónde no le llaman. Cómo un ratón en la madriguera de un conejo.
— Seguro que me trataría mejor que tú.
—¿Acaso quieres que te trate bien Van Ewen? ¿Cómo la buena chica que eres?
—¡Eres un imbécil, Mason!— Exclamé tras salir del balcón dando un portazo.
Sus palabras resonaban en mi mente, espero que mis mejillas no se vuelvan rojizas. Nunca antes una frase me había hecho sentir tanta vergüenza.
Absorta en mis pensamientos, choqué con alguien.
— Perdón.
— ¿Blair? Me tenías preocupado, ¿Te encuentras bien?— preguntó Aiden agarrándome de los hombros preocupado.
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Lazos y Espinas | Bilogía desaparecidos
Science FictionCada vez que me miraban, la mayoría solía sentir repugnancia, otros inquietud y otros miedo. Los lazos de sangre que me unían a mi familia eran irrelevantes. Los Van Ewen, aparte de destacar por su elegancia y dinero, ocultaban algo. Todo aquel que...