El sol de la tarde bañaba las calles de Nueva Orleans mientras Alastor caminaba con paso decidido hacia la inauguración del nuevo hospital. Una semana había transcurrido desde aquella noche en el bar, y la imagen de la misteriosa joven de cabello anaranjado seguía grabada en su mente.
Había vuelto al local con la esperanza de encontrarla, pero ella nunca apareció.
— ¿Dónde te habrás metido, querida?— Murmuró para sí mismo, ajustándose el sombrero mientras avanzaba por la acera.
Absorto en sus pensamientos, tarareaba una melodía de jazz cuando un lujoso automóvil pasó junto a él. Por un instante, creyó ver una cabellera anaranjada en el asiento trasero.
— ¿Podría ser ella?— Se preguntó, sintiendo cómo su corazón se aceleraba. La idea de que pudiera estar en la inauguración del hospital le dio un nuevo propósito a su caminata.
Al llegar al evento, Alastor se encontró con una multitud diversa. Se mantuvo al margen, apoyado contra un árbol, observando cómo la élite de la ciudad se mezclaba con curiosos y periodistas. El escenario, adornado con una gran cinta roja, esperaba a los oradores.
— Vaya, vaya, qué espectáculo— Murmuró para sí mismo, sus ojos escaneando la multitud en busca de aquella cabellera anaranjada.
A su alrededor, la gente murmuraba con expectación. Alastor aguzó el oído, captando fragmentos de conversaciones.
— Dicen que este hospital tiene la tecnología más avanzada— Comentaba una mujer de mediana edad a su acompañante.
— Sí, pero ¿A qué precio?— Respondió el hombre. —Apuesto a que solo los ricos podrán permitirse el tratamiento aquí.
Alastor sonrió para sí mismo. La naturaleza humana nunca cambiaba; siempre había espacio para el escepticismo, incluso en los momentos de aparente progreso.
La banda comenzó a tocar, y las personalidades importantes subieron al escenario. Entre ellas, Alastor la vio: la joven del bar, vestida elegantemente con un vestido azul cielo y blanco, coronado por un sombrero de pamela a juego. Su expresión era seria, casi aburrida, muy diferente de la vivacidad que había mostrado aquella noche. Sin embargo, cuando sus ojos se encontraron con los de Alastor, un leve gesto de reconocimiento iluminó su rostro por un instante.
El padre de la joven, un hombre de mediana edad con un traje impecable, se acercó al micrófono. Su voz resonó por toda la plaza.
— Damas y caballeros, primero que todo, quisiera agradecerles que estén aquí hoy. Este es uno de los muchos hospitales que he construido, pero sin duda, este es al que más cariño le tengo. En esta hermosa ciudad fue donde mi querida hija nació.
Se dio la vuelta y le tendió la mano a la pelirroja, que se acercó a su lado con gracia estudiada.
— Su madre también era de aquí. Nuestro sueño era formar una familia, pero el día en que dio a luz, lamentablemente nos dejó. Criar a una niña y vivir sin ella fue lo más duro que tuve que hacer, y juré que haría lo posible para que a nadie más le ocurriera. Por eso creé tantos hospitales, quería llenarlos de los mejores profesionales y que nadie más tuviera que vivir esa tragedia. Por eso, una vez más, gracias a todos.
Alastor escuchó con atención, comprendiendo ahora el peso que cargaba aquella familia.
— Así que la hija del dueño de una cadena de hospitales— Pensó, riendo suavemente — Sabía que eras una niña rica, querida.
El discurso continuó, con el alcalde y varios empresarios tomando el micrófono. Cada uno parecía más soporífero que el anterior, y Alastor notó cómo la atención de la multitud comenzaba a dispersarse. Sin embargo, él mantuvo su mirada fija en la joven pelirroja, observando cómo su expresión fluctuaba entre el aburrimiento y la irritación mal disimulada. Finalmente, el padre de la joven volvió al micrófono para el cierre de la ceremonia.
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Pacto de almas (Alastor y tu)
FanfictionNueva Orleans, 1924, un carismático locutor de radio con un pasatiempo fuera de lo común y una medico de buena familia que hacia horas extras en los negocios turbios de su padre, el siempre estaba sonriendo, ella jamás lo hacia, ambos con una vida a...