Mi corazón late con fuerza. La mirada furiosa de Alessandro, me taladra mientras que Karlsson, a mi otro lado, está tenso como un animal a punto de atacar. La situación se descontroló y soy la única que puede calmarla.
- Karlsson, por favor –, le suplico en voz baja, pero firme –. Vete. Voy a estar bien.
Erik me mira preocupado –. No te quiero dejar sola con él –, da un paso más, pero lo detengo con mi mano.
- Yo sí –, señalo a la bestia de ojos grises –. Y él, jamás me haría algo.
La respiración de Alessandro está más acelerada, demostrando lo furioso que está.
- ¡¿Qué quieres decir?! ¡¿Piensas que le haría daño?! – grita en su cara, dando un paso adelante - ¿Acaso crees que soy un monstruo?
Erik se le hace frente, empujándolo contra la pared –. No te acerques a ella –, advierte con voz amenazante.
Me vuelvo a interponer entre ellos, separándolos.
- ¡Basta! – les grito, turnando mi mirada entre los dos –. ¡Los dos!
Erik se acerca, mirándolo con recelo a Alessandro –. Astrid, si necesitas algo, no dudes en llamarme.
Asiento con la cabeza y lo veo salir al rubio, dejándonos al castaño y a mí, solos.
- Tenemos que hablar –, me dirijo hacía Alessandro.
- Sí, tenemos mucho de qué hablar –, contesta cruzándose de brazos. Imponiendose como lo es.
El silencio que hay es inmensamente tenso. El aroma de su fragancia mezclado con la fragancia de la lasaña que cayó al piso a penas entro a mi apartamento, aumenta mi culpa.
Tomo asiento en frente de él –. Necesito que me escuches – le hablo con voz suave, casi suplicante.
Él me mira, sus ojos grises siguen nublados por la duda y la ira. Sus labios se curvan en una mueca de dolor.
- ¿Qué quieres qué te diga? –, trato de tocar su mano, pero la aparta –. Quiero que me entiendas – logro articular con voz temblorosa –. Erik es un amigo, nada más, ya te lo he explicado muchas veces. Vino a verme de improviso, y como yo estaba preparando la cena, se ofreció a ayudarme.
Mi bestia de ojos grises frunce el ceño y tuerce la boca desaprobatoriamente.
- ¿Ayudarte? –, repite con sarcasmo –. ¿A qué? ¿a cocinar un nido de amor para los dos?
Me muerdo el labio inferior por la frustración que crece y crece en mi interior, y no puedo manejar –. Solo fue un gesto amable. Conversamos de cosas triviales, como el trabajo, el nuevo restaurante que abrió cerca de la escudería.
Me observa con su mirada intensa que siempre logra hacerme sentir intimidada –. Hubieses empezado por ahí –, exclama con tono acusatorio.
- No me diste la oportunidad, Alessandro –, bajo mi mirada y la clavo en sus manos, sus nudillos están abiertos, con hematomas.
- ¿Qué te sucedió? – observo fijamente sus manos –, ¿dónde te metiste?
- No te importa – gira su cabeza para evitar mirarme –, y ni se te ocurra tratar de curarme. Me gustan mis cicatrices.
Otro silencio incomodo se apodera de la sala. La tensión se puede cortar con cuchillo. Lo veo levantarse del sofá y comienza a caminar de un lado a otro, con sus manos apretadas en puños.
- Me cuesta creerlo – murmura más para sí mismo que para mí –, no puedo creer lo qué me dices.
Me levanto también, acercándome con cautela.
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𝐏𝐀𝐒𝐈Ó𝐍 𝐋𝐄𝐓𝐀𝐋
RomanceEn un mundo de lujo y velocidad, Astrid y Alessandro se encuentran en una encrucijada de amor y engaños. Ella es una mujer misteriosa con un plan oculto, mientras que él es un piloto de Fórmula Uno con un oscuro pasado. A medida que su obsesión por...