CAPÍTULO 20

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La sensación de descontento afecta mi corazón mientras me alejo del escritorio. La mirada gélida de Alessandro me taladra, una acusación silenciosa que me llena de un frío glacial.

¡No es lo que parece! – murmuro, tratando de encontrar las palabras que lo apacigüen.

Lo veo caminar a largas zancadas hacia mí y, sin preverlo, me acorrala contra la pared. Sus manos se aprietan alrededor de mi cuello como un cepo de hierro. Sus ojos grises brillan ferozmente, en una mezcla de ira y decepción.

¡Traidora! – ruge a pocos centímetros de mi rostro - ¡¿Quién te mandó?! ¡¿Mi padre, cierto?!

Me retuerzo en su agarre, lucho por liberarme. Siento la misma furia que él, si piensa que soy una espía de ese vegete al que tanto desprecio.

— ¡Créeme, Alessandro! —grito, con voz ronca por la presión en mi garganta —. ¡Yo nunca...!

Las palabras se ahogan en mi pecho, en un jadeo, cuando sus manos intensificaron el agarre en mi cuello. Parpadeo varias veces, intentando no perder el conocimiento mientras batallo con mis manos, intentando desvanecer el agarre.

Sin darme tregua, me azota contra la pared nuevamente. Mi cabeza golpea con fuerza la madera, un estallido de dolor me recorre de pies a cabeza.

Me tambaleo, y lucho por recuperar el equilibrio. Se nubla mi visión por un instante, pero la furia me consume, me mantiene de pie.

— ¡Hijo de perra! — bufo, levantándome del suelo.

Con un rugido gutural, me lanzo contra él, y descargo toda mi ira en un puñetazo certero en su mandíbula, haciéndolo tambalear.

Tiro otro puñetazo, pero lo esquiva con una agilidad felina, bloqueando mi golpe con su antebrazo y responde con una patada certera a mis muslos. Un rodillazo en el estómago me dobla por la mitad, obligándome a jadear por aire.

Esta batalla es una danza macabra. Tomo un jarrón de uno de los muebles y se lo tiro hacia su cabeza. Lo esquiva por centímetros, y sin perder tiempo, se lanza contra mi cuerpo, inmovilizándome contra la pared nuevamente.

Su cuerpo presiona contra el mío con una fuerza implacable. Sus ojos grises me fulminan.

— ¡¿Por qué?! — ruge, exigiendo respuestas.

No respondo. Lo desafío con la mirada, llena de una rabia que no me doblega. Mis labios se curvan en una mueca burlona, un gesto que enciende más su ira.

Me vuelve a empujar contra la pared con más fuerza, sus manos aprietan alrededor de mi garganta.

— ¡DIME POR QUÉ! —grita nuevamente, sus iris grises ya no se perciben por la furia que lo domina.

Mis ojos se empañan de rabia, pero no me desconcentro y logro zafarme de su agarre. Le efectuo un rodillazo en su abdomen, lo que lo hace doblar por la mitad.

Un rugido escapa de sus labios mientras se tambalea hacia atrás.

Se estabiliza, y se encamina a paso apresurado, lo espero en mi lugar. Cuando está cerca, me giro, me inclino cuando intenta lanzarse hacia mí. Paso por su lado, y le clavo el codo en una de sus costillas, y lo escucho soltar un quejido de dolor.

Me giro para encararlo nuevamente.

Se voltea alterado, respira frenéticamente. Su abdomen se contrae pesadamente por la respiración, y ladea la cabeza —. Sabía que no eras una simple ingeniera.

— Capaz — trueno mi cuello mientras me preparo para el siguiente golpe.

Empieza a caminar rápido y me quedo otra vez en mi lugar. Intento predecir su nuevo movimiento, pero no lo logro. Se coloca de cuclillas en el suelo, y estira una de sus magníficas piernas, y la gira rápidamente. Su pierna maciza golpea a mis pies, tirándome de culo al suelo. Un quejido sale de mis labios y siento cómo él se sube encima de mí.

𝐏𝐀𝐒𝐈Ó𝐍 𝐋𝐄𝐓𝐀𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora