EXTRA LOCURAS

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Astrid

Las gotas de agua resbalan por los vidrios de la camioneta, dibujando arabescos que se pierden con el gris del cielo. Afuera, está sumido en niebla y lluvia, lo veo como un reflejo de mi interior. Mis ojos se pierden en el paisaje borroso, buscando no sé qué en el paisaje de Montreal.

A mi lado está mi hermana, la cual no para de quejarse. Su voz aguda y estridente, me frustra cada tanto porque contrasta con la calma que quiero que me posea.

—No puedo creer que tengamos que ir a ver a ese tipo —murmura, mientras frunce el ceño.

—Ya te dije que Alessandro me insistió mucho —respondo sin ganas de discutir.

—¡Claro que insistió! Solo espero que se comporte ese patán y no toque el tema de lo que le prometí —exclama mientras sonríe burlonamente.

Frunzo el ceño al entender sus palabras. ¿En qué mierda se metió?

—Ava, ¿qué hiciste? —insisto, fulminándola con la mirada.

—Ay, no te amargues. Capaz le prometí que le chuparía el pene por tirarle el café sobre su traje Gucci —confiesa, haciéndose la desentendida mientras evita mirarme a los ojos y se pasa una, y otra vez las manos por la falda.

No tengo tiempo de sermonearla, porque la camioneta se detiene frente a la clínica «Serenity Clínic». Eliot abre la puerta para que baje mientras sostiene un paraguas; entramos al edificio. El ambiente es frío y aséptico, igual que en todos de estos lugares.

Me registro en la recepción y tomamos asiento en la sala de espera. La ansiedad me toma y mis labios comienzan a sufrir al mordérmelos. No estoy preparada para hablar de mis problemas de fertilidad. La idea de someterme a tratamientos, me aterra. Solo accedo porque mi esposo me lo pidió, porque si es por mí, dejaría todo como está. Demasiados traumas viví, como para someterme a otro.

Ava no para de juguetear con el anillo, retorciéndolo nerviosamente mientras me aprieta el brazo con tanta fuerza que me duele. Su ansiedad es contagiosa y me inquieta.

—Te calmas o te vas —amenazo, apretando su brazo—. Tú quisiste venir, yo no te pedí que lo hicieras así que te aguantas por contestona.

Justo veo que la puerta de vidrio que comunica la recepción con el ascensor, se abre y aparece Francesco.

Lleva una camisa blanca abotonada hasta la mitad del pecho, pantalones de vestir azules, y por encima la bata blanca de médico. Su heterocromía es más que notoria, aunque me gusta la diferencia de colores en sus ojos. Su sonrisa es amplia, pero cuando su mirada se desvía a la mujer que tengo al lado, se vuelve totalmente gélida.

—Astrid, un gusto tenerte por aquí —me saluda con una sonrisa amable. Sus ojos se clavan en mi hermana, que lo rebaja con sus olivos.

Sin mediar palabra, él nos conduce a su consultorio. El ascensor es un poco más pequeño que los habituales y se palpa la tensión entre ellos dos. Puedo llegar a sentir como el aire se vuelve denso y cargado de electricidad.

«Me huele a pareja nueva»

«Ni loca, él puede ser su hermano mayor por la diferencia de edad» «ANTES MUERTA A QUE SE FIJE EN MI HERMANITA»

Llegamos al piso correcto después de lo que me parece una eternidad. Entramos a su consultorio, un lugar amplio con muebles modernos y una gran ventana que da a la ciudad. Totalmente acogedor. Nos sentamos frente a su escritorio.

El rubio se prepara con su tablet en mano.

—¿Cuándo fue tu última menstruación?

—Hace tres meses aproximadamente, después del aborto no ha vuelto a venirme —aclaro ya que es algo que me genera duda.

𝐏𝐀𝐒𝐈Ó𝐍 𝐋𝐄𝐓𝐀𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora