«𝐃𝐨𝐬 𝐚𝐥𝐦𝐚𝐬 𝐚𝐭𝐫𝐚𝐩𝐚𝐝𝐚𝐬 𝐞𝐧 𝐮𝐧 𝐟𝐮𝐞𝐠𝐨 𝐨𝐜𝐮𝐥𝐭𝐨, 𝐧𝐞𝐠á𝐧𝐝𝐨𝐬𝐞 𝐚 𝐜𝐞𝐝𝐞𝐫, 𝐚𝐮𝐧𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐚𝐛𝐞𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐚𝐝𝐚 𝐦𝐢𝐫𝐚𝐝𝐚 𝐩𝐨𝐝𝐫í𝐚 𝐜𝐨𝐧𝐬𝐮𝐦𝐢𝐫𝐥𝐨 𝐭𝐨𝐝𝐨».
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Astrid
El reloj marca las tres y quince. Las agujas avanzan en silencio mientras organizo la pila de papeles frente a mí. El sol entra a raudales por las grandes ventanas, colándose entre las hojas de las plantas que decoran el consultorio. Me ajusto la bata sobre el vestido ligero de flores; el calor es sofocante, y el vestido se adhiere a mi piel, revelando cada curva bajo la tela. Respiro hondo, el sonido de la clínica queda amortiguado tras la puerta cerrada, y por un instante me siento en calma.
Y entonces, llaman a la puerta. Apenas levanto la mirada, ya sé quién es. Alessandro, con su impecable camisa desabrochada en el cuello y una sonrisa que me desarma. Cierra la puerta tras de sí, colocando el pestillo, su mirada fija en la mía. Se acerca, sus pasos son lentos, deliberados, como si cada movimiento fuera un mensaje que ambos entendemos. Deja caer su maletín sobre la mesa y, sin decir una palabra, se sienta en el borde de mi escritorio, tan cerca que apenas puedo concentrarme en lo que estaba haciendo. Su colonia me embriaga, alterando mi séquito de hormonas.
—Trabajando duro —me da una sonrisa ladeada, sus dedos rozan distraídamente uno de los mechones de mi cabello que escapa de mi moño. La sutileza en su toque hace que mi piel se erice, y ese calor distinto al del ambiente comienza a recorrerme.
Sigue jugando con el mechón entre sus dedos, lo observa como si fuera el objeto más interesante del mundo, y su proximidad vuelve mi respiración inestable. Él siempre logra esto en mí: una tensión que se acumula en mi pecho, una sensación de vértigo que casi me hace olvidar donde estoy. A medida que el silencio se prolonga, algo en sus ojos se vuelve más oscuro, ese brillo de deseo que se intensifica con cada segundo.
Sin pensarlo, me inclino hacia él, mis labios buscan los suyos como si el instinto me empujara. Él responde de inmediato, inclinándose hacia mí y atrapando mis labios con firmeza, tanto que me hace perder el equilibrio. Su boca es cálida, exigente, y todo lo que estaba en mi mente, se disuelve, quedando solo el latido acelerado de mi corazón.
Me levanto de la silla, mis manos buscan apoyo en su pecho, sintiendo la tensión en sus músculos bajo la tela de la camisa. Me empuja suavemente hacia el borde del escritorio, y me siento sobre él, un leve gemido escapa de mis labios mientras él se coloca entre mis piernas. Sus manos se deslizan por mis muslos, subiendo lentamente, deslizándose bajo la tela el vestido con paciencia y controlando ese deseo primitivo que le provoco. Siento su respiración entrecortada en mi cuello, su aliento cálido y su aroma a menta que me envuelve, y mi piel reacciona a cada roce de sus dedos.
Me despoja de mi bata y abre los botones de mi vestido, revelando mi brasier. Sin perder tiempo, se prende de mis tetas, apretándolas con fuerza mientras sus dedos ansiosos buscan mi coño húmedo y listo para ser penetrado. Mientras tanto, le desabrocho la camisa y bajo su pantalón, liberando su dura erección.
Detiene sus caricias y saca sus dedos de mi sexo, y se los lleva a su boca, los chupa y saborea mis fluidos que embadurnan su piel. Mis labios se entreabren apenas mientras sus grises están completamente oscurecidos, siento que goteo aún más al ver este acto tan asqueroso para otros, pero para mí significa una sola cosa: Alessandro me venera.
La posesividad y la violencia que su deseo primitivo siempre exige, aparece cuando cierra sus dedos sobre mi cuello, obligándome a acostarme sobre el escritorio y me embiste de una sola estocada, haciéndome gemir de placer y sorpresa. Nuestras miradas se encuentran, gris y verde, que demuestran esa lujuria y dominio que nos condenan.
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𝐏𝐀𝐒𝐈Ó𝐍 𝐋𝐄𝐓𝐀𝐋
Roman d'amourEn un mundo de lujo y velocidad, Astrid y Alessandro se encuentran en una encrucijada de amor y engaños. Ella es una mujer misteriosa con un plan oculto, mientras que él es un piloto de Fórmula Uno con un oscuro pasado. A medida que su obsesión por...