Estoy en la ducha, el agua caliente se desliza por mi piel, el vapor me envuelve, la luz tenue hace que me vaya relajando poco a poco...
En mi mente se repiten las escenas de ese día. Imposible olvidarlo. Era un jueves. Estaba estudiando para mi examen y terminé en su cama.
Recuerdo como sus manos acariciaban mis piernas haciendo círculos con el dedo a lo largo de mi piel. Recuerdo como presionaba mis muslos hacia él, como sus dedos subían y bajaban ardientes por mi cuerpo.
Recuerdo como, sin darme a penas cuenta, empecé a notar como mi sexo se iba humedeciendo. Hacia tiempo que no me sentía así, hacia tiempo que el sexo salvaje no corría por mis venas.
Sigo recordando. Recuerdo como sus manos comenzaron a presionar mis glúteos y mi vagina empezó a echar chispas entre mis piernas. Sus dedos se deslizaron despacio entre ellas como si hubiera leído mis pensamientos y hubiera intuido mi deseo silencioso. De repente acarició mis labios, fue adentrándose en ellos hasta provocarme pequeños espasmos de placer. Comencé a apretar mis piernas hundiendo su mano todavía más. Mientras estaba concentrada en saborear el éxtasis que me provocaban sus dedos dibujando espirales sobre mí, noté como su lengua se perdía por una de mis nalgas.
Recuerdo como sacó sus dedos de mi interior, se colocó detrás de mí y me sujetó por las caderas. Me obligó a levantarlas un poco y me penetró. Yo gritaba, me estremecía. Los movimientos se iban haciendo cada vez más rápidos y fuertes. Mi orgasmo estaba al llegar.
Cuando pensaba que no podría aguantar mucho más, sacó su miembro de mi interior y lo puso en mi boca. Recuerdo lo sucia y lo viva que me sentía al mismo tiempo... Absorbí su sabor, deslicé mi lengua por sus testículos y lo masturbé mientras hundí su pene lo más profundo posible en mi boca.
—Me voy a correr ya — dijo.
Esas palabras hicieron arder mis oídos y mi vulva al máximo. Me puse encima de él y comencé a cabalgarle. Empecé a moverme de arriba a abajo rápidamente mientras besaba y mordías mis pezones.
Recuerdo como en mitad de esa furia se corrió dentro de mí. Su semen comenzó a abrirse paso por las paredes de mi vagina y yo excitada como nunca antes empecé a tocar mi clítoris. Entre las descargas de espasmos procedentes de su pene, el líquido caliente que invadía todo mi sexo, mis dedos recorriendo mi clítoris y sus dientes mordisqueando mis pezones alcancé el orgasmo en cuestión de segundos. No pude evitar y retorcerme a la par que sentía como rozaba el cielo.
No sé cuanto tiempo he estado en la ducha recordando cada detalle de aquel jueves, pero sí sé que ha sido el suficiente como para volver a sentirme húmeda. Dirijo el chorro de agua caliente hacia mi rincón prohibido y así, inundada de nuevo por el vapor, vuelvo a correrme, pero esta vez solo para mí.