Ir a la casa de la amiga de su madre, fue mucho mejor de lo que esperaba, y no se iría hasta que el lindo pelinegro este encima suyo, rebotando sobre su polla.
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Los días habían pasado volando, días en los cuales Minseo y Bang Chan platicaban, diariamente, ambos divirtiéndose, otras en las que Chan comenzaba a provocar al azabache, siendo este demasiado débil ante las intenciones del australiano.
Pero por fin, se volverían a ver.
Él se había levantado por el escándalo que su madre había hecho, había puesto "las mañanitas" a todo volumen.
Se adentro a la habitación de sus padres, su madre se encontraba brincando en la cama como una niña pequeña, mientras su padre la miraba con una sonrisa.
—Chris, felicita a tu padre―el castaño se acercó a su mayor con una sonrisa, felicitándolo en un susurro mientras lo abrazaba.
—¿A qué hora llegará la gente?—preguntó, sin importarle lucir tan emocionado.
—¿Por qué esa carita? ¿Acaso invitaste a alguien?—preguntó su madre, con esa sonrisa pícara en su rostro, Chan negó rápidamente.
—Sólo para saber a qué hora arreglarme, siempre soy muy indeciso.
—Empezaran a llegar después de las seis de la tarde, aún falta mucho, hijo—Bang Chan asintió, saliendo de la habitación para irse a la suya, a dormir un poco más.
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Ya pasaban de la 1:00 p.m. y Chan sonrió, ya faltaba menos, agarró su celular para hablarle a su bonito pelinegro.
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