Derek no estaba feliz, al menos no por completo, después de la guerra contra Monroe y sus cazadores inexpertos decidió que era tiempo de establecerse por lo cual volvió a comprar el terreno que el banco les había quitado y construyó una pequeña caba...
Derek llegó hasta su antigua habitación y se encerró, el aire le comenzaba a faltar de nuevo y el dolor en su pecho no solo le estaba causando molestia.
— Aaahh –grito al sentir el dolor en la cabeza y por un momento vio todo negro.
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— ¡Papá despertó!
La voz sonó tan fuerte en su oído que dolió, todo parecía tan nuevo.
— Hola amor, ¿Cómo te sientes?
Derek intento responder pero sentía seca la garganta, como si no hubiera bebido agua en varios días.
— No lo agobies papá, ¿Cómo te sientes Der?
El mayor miro ceñudo a su hija que se sentó al otro lado del menor logrando captar su atención.
— Ustedes dos salgan, ¿Dónde está Deaton?, se supone que estaría aquí –dijo Talia al tiempo que miraba a todos lados.
— Yo lo ví salir con mis padres hace unas horas –dijo Ben.
— De acuerdo, démosle espacio, descansa hijo.
Derek solo vio como su madre se llevaba a rastras a los dos Argent, en ese tiempo aprendió a conocerlos mejor y a sentir cariño por ellos, aunque la parte que aún recordaba que ellos le habían arrebatado todo aún sentia recelo y se odiaba por siquiera concidera que es feliz junto a ellos.
El azabache intento acomodarse y se quedó dormido.
— Tienes que despertar, vamos sobrino, has pasado por cosas peores.
Escucho la voz lejana de su tío y mucho ruido a su alrededor.
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— Por favor Derek, ¡¿Porqué no despierta?!
El dolor en su cabeza aumento y la sensibilidad de sus oídos causaba que le dolieran.
— Solo se está recuperando, yo ya cumplí, lo traje de regreso, ahora liberenme o lo enviaré de nue... cof cof...
— Hablaba mucho la perra –dijo Malia, sus garras estaban llenas de sangre y el latido del corazón de la darach era ya casi imperceptible.
