Ricardo Martínez.

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— Yo... no lo sé. Las cosas entre Ricardo y yo se han enfriado. Sé que es un boxeador muy querido por su público, incluso internacionalmente, pero... él ni siquiera me toca. —  confesaste con vergüenza, incapaz de sostener la mirada. Kumi, por su parte, no sabía qué decirte. A duras penas había avanzado con Ippo, pero al menos había amor.

— Amiga, quizás haya algo que le esté molestando, no lo sé. ¿Le has preguntado qué sucede? —   Dijo, acariciando suavemente tu brazo y luego tu mano, intentando que levantara la mirada.

   Negaste rotundamente, apretando con fuerza tu labio inferior hasta sentir el sabor metálico entre tus labios. ¿Tanta rabia había en tí como para lastimarte así? Emitiste un pequeño jadeo de dolor, relamiendo la zona dañada.

— No. Él simplemente me dice cosas habituales, como un hola, buenos días o buenas noches. —  respondiste, esta vez sin sentir vergüenza, sino tristeza. ¿Dónde estaban los momentos felices y románticos? El matrimonio se estaba desmoronando y él ni siquiera hacía nada. ¿Qué esperaba, un milagro?

— No lo sé, puede que tenga a otra mujer. Solo digo, ¿eh? —  oír eso revolvió tu estómago y puso un gran peso sobre ti. ¿Y si no era suficiente para él? No, no debías pensar así, menos por un hombre.

   Dejaste reposar tu  cabeza sobre la mesa, sintiendo cómo tus ojos comenzaban a arder y a humedecerse. Estabas al borde de las lágrimas por esa idea de infidelidad. Kumi debió sentir que no fue buena idea decir eso, ahora se sentía mal por añadir más dolor.

— ___, por favor... cálmate. Ricardo parece un hombre de modales, respetuoso y correcto. Tú más que nadie deberías saber cómo es él. —  después de unos minutos, Kumi habló con un tono más tranquilo. Ella tenía razón. Conocías muy bien a Ricardo.

   Levantaste la cabeza para mirar a Kumi y de paso ordenar tu cabello, que estaba todo alborotado. Kumi pasó suavemente un pañuelo por tus ojos, limpiando las lágrimas. En respuesta, le agradeciste con una sonrisa tímida.

— Hoy hablaré con Ricardo y... y le pediré respuestas ante mis dudas. Si las cosas no salen bien, entonces... le pediré el divorcio, ah. —  dijiste lo último con tanto dolor, pero fuiste sincera. Amabas demasiado a Ricardo, pero no dejarías que algo así afectara tu vida personal y laboral. Era tu esposo, pero en cuestión de segundos podría dejar de serlo.

   Kumi casi escupió el té al oírte decir eso, rápidamente limpió su boca con una servilleta que estaba en la mesa. Estaba sorprendida por tus palabras, nunca te había visto tan segura, pero estaba contigo y te apoyaría en cualquiera de tus decisiones. Estaba por decir algo, pero la puerta de casa se abrió, era Ricardo, ya había llegado.

   El hombre de estatura media miró hacia donde estaban ustedes, sintiendo curiosidad por el silencio incómodo. Simplemente desvió la mirada y siguió caminando, yendo por las escaleras. Probablemente se daría una ducha, acababa de llegar de sus entrenamientos diarios.

   Para tu mala suerte, ni siquiera te miró. Otro golpe al corazón para tí.

— ___, me voy a casa. Suerte con tu esposo, ánimo. —   susurró Kumi, inclinándose para depositar un pequeño beso en tu mejilla y dedicarte una sonrisa. Agarró su bolso y luego caminó hacia la puerta, saliendo de casa.

   Estabas nerviosa, no sabías qué hacer. Así que solo te limitaste a ordenar. Agarraste las tazas de té y las dejaste sobre la mesada. Temblorosa, tomaste la esponja y échaste jabón en ella. Así comenzaste a lavar las tazas mientras esperabas a Ricardo. Después de unos minutos, ya habías terminado de lavar y ordenar un poco.

   La casa estaba en puro silencio, eso era incómodo. Te dirigiste hasta la sala y encendiste la TV. Esto serviría un poco, el ambiente en casa era tan incómodo y silencioso. Buscaste un programa al azar para "mirar" (cosa que realmente no harías). Cuando dejaste el control sobre la pequeña mesita de entrada, Ricardo ya estaba bajando por las escaleras.

— ¿La chica de hoy es novia de Ippo Makunouchi, cierto? —  preguntó, mirándote seriamente. Ricardo se había bañado y llevaba puesta una camiseta holgada pero ligeramente apretada, marcando su abdomen. Maldición, ¿podía ser menos sexy?

— Ah... sí, bueno, no es su novia como tal, pero sí. Se llama Kumi. —  respondiste nerviosa, desviando la mirada de su abdomen. Ricardo alzó una ceja, confuso por tu actitud.

— Ah, qué bueno. —  habló de forma seca, girándose y dispuesto a ir nuevamente a la habitación, pero tú rápidamente hablaste, deteniéndolo.

— Ricardo, espera. Necesitamos hablar de algo muy importante. —   dijiste, Ricardo se giró y asintió. Caminó hasta tí y se quedó frente tuyo, lo cual te puso nerviosa pero también confundida. ¿Desde cuándo se acercaba tanto?

— Eh... yo... quería preguntarte algo muy importante para mí. —  sentías cómo la respiración se te iba solo por tenerlo tan cerca, mirándote así, tan atento y directo. — ¿Me... sigues amando? ¿Todavía te intereso como esposa? —

   Tu esposo suspiró, llevando una mano a su cabello y deslizándola por la zona. No sabía cómo responderte. Era una pregunta demasiado directa. En cambio, supo cómo demostrar lo que tú preguntabas. Con suavidad, llevó una mano a tu mentón e hizo que lo miraras. Él sonría levemente, percibiendo que seguías siendo tan hermosa como el primer día que te vió, incluso, ahora más bella.

   Tú te sentías desconcertada, sin saber cómo reaccionar, mientras te mostrabas demasiado sumisa ante su simple tacto. Aprovechando esta situación, él te besó de manera inesperada. Con cuidado, te rodeó con sus fuertes brazos, profundizando el beso. Notó la pequeña herida en tu labio y, deliberadamente, pasó su lengua por allí, enviando un cosquilleo por tu espalda.

— ¿Esto responde a tu pregunta? —  preguntó un tanto agitado, con una sonrisa juguetona en sus labios. Observaba que aún estabas atónita por su repentino cambio de actitud.  — Te sigo amando como el primer día en que me enamoré de ti. Y, por supuesto, me interesas como esposa. Eres mía, ¿por qué querría perderte? —

   Tus labios estaban ligeramente entreabiertos, intentabas articular alguna palabra, pero seguías sorprendida.

— Sé que he actuado como un idiota contigo, lo sé. Pero mis amigos me hicieron entrar en razón. Tengo a la mejor mujer en mi vida, no quiero perderte. Por eso, te pido que me perdones. —   Ricardo estaba siendo sincero, mostrando un lado de él que nunca habías visto, tan sensible y honesto. Siempre lo habías percibido como un hombre serio y recto.

— Te perdono, cariño. Lamento ser tan dramática. —   respondiste con un leve sonrojo en tus mejillas, desviando la mirada hacia otro lado.

— Muy bien, déjame compensarte esos días de soledad con mucho... cariño de mi parte. —   susurró cerca de tu oído, erizando tu piel mientras sonreías, un tanto confundida por su indirecta.

   En un movimiento fluido, tu esposo te tomó de las caderas y te cargó en brazos, demostrando que no eras pesada para él. Deposito un corto beso en la comisura de tus labios y comenzó a caminar hacia las escaleras, dirigiéndose a vuestra habitación.

   Quizás esta tarde y noche, ambos tendrán mucho de qué hablar. Pero primero, un poco de amor físicamente, claro.

Hajime no Ippo: One-shots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora