🚬| O1: LA TRAGEDIA.

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El momento transcurrió en cámara lenta y se grabó en su mente como un millar de cuchillas apuñalando su corazón.

Frente a sus ojos, su querido sensei se desangraba y un loco maniático se reía a carcajadas como si su maestro no importara, como si fuera un chiste.

La sádica muerte de su sensei lo dejó tan perturbado que ni siquiera se permitía reaccionar. Un grito de desesperación acompañó la caída de aquel hombre que le enseñó todo lo que sabía.

Los refuerzos que habían solicitado llegaron, pero era muy tarde. Incluso su mejor amiga Ino, una ninja médico, estaba ahí, pero no había nada que pudiera hacer para salvar a Asuma.

Los tres discípulos del Sarutobi estaban arrodillados frente a él, oyendo atentamente sus últimas palabras y atesorando su voluntad final. Shikamaru recordó aquella conversación que tuvo con él previo a la misión sobre las piezas del shogi en comparación a los miembros de la aldea: Asuma le reveló quién jugaba el rol de «rey».

Con el corazón hecho pedazos, se despidieron de su maestro y regresaron a la aldea cabizbaja, aún intentando procesar lo sucedido. A Shikamaru ni siquiera le importaba que la misión hubiese sido un fracaso, de hecho, ya no le importaba nada.

La noticia se expandió y él se encargó de hacérselo saber personalmente a la mujer que le robaba el aliento a su maestro, la hermosa Kurenai Yūhi. Sus ojos rojos se inundaron de lágrimas y sus piernas fallaron a tal nivel que la hicieron desplomarse en el suelo. Estaba tan devastada como Shikamaru, más aún sabiendo que pasaría su embarazo en soledad y que su futuro retoño no gozaría de convivir con su padre.

El funeral se realizó un par de horas después, pero los ánimos de Shikamaru estaban por el piso y decidió no asistir. Nadie fue a buscarlo, nadie le preguntó cómo estaba, todos asumieron que él lograría salir adelante como siempre lo hacía, pero no sería tan fácil.

Se quedó encerrado en su casa, jugando shogi en su soledad. Miraba con detenimiento el tablero, las imágenes de la muerte de Asuma se repetían incesantemente como si fuera una tortura y él no dejaba de lamentarse por no haberlo impedido.

Si tan sólo hubiera pensado una mejor estrategia, si hubiera reunido más información… si él hubiera sido la carnada, nada de esto habría pasado.

Cuando quiso darse cuenta, las piezas del juego estaban tiradas en el suelo, al igual que el tablero. La ira se paseó desde la punta de sus dedos a lo largo de sus manos, sus brazos, hombros y subió hasta su boca; ahogó un grito. La ira contaminó sus ojos y expulsó lágrimas cuando ese sentimiento de cólera se coló en su corazón.

Se encontraba de rodillas en el suelo, con las manos tapando su rostro para contener sus lágrimas y alaridos, era la primera vez que su angustia superaba a su cerebro, pero también era la primera vez que perdía a un ser tan cercano a él.

No le importó cuánto tiempo se tomó, ni qué hora era, no le importó nada.

Yacía en el helado piso, sin energías para nada. A su lado se encontraba la pieza del «rey». Tomó el pedazo de madera con sus dedos índice y del medio y se tomó unos largos minutos para contemplarla y analizarla. Para algunos era una simple pieza de shogi, un pedazo de madera sin valor aparente, pero para él lo significaba todo, cargaba una lección de vida y la última voluntad de su maestro.

Tomó la fuerza suficiente como para sentarse. Observó a su alrededor, la habitación estaba hecha un desastre. Se dedicó a levantar las piezas del suelo. Peones, caballero… una idea llegó a su mente.

Se colocó frente al tablero de Shogi y fue acomodando las fichas en una formación; una estrategia se armaba en su cabeza. Su mirada se paseaba por el tablero y elegía con cautela su próximo movimiento, de repente todo tenía sentido.

Le tomó su tiempo idear la estrategia perfecta para llevar a cabo su venganza, el Shikamaru de siempre había regresado… no, no era el de siempre. Era una versión mucho más oscura en la que su corazón fue invadido por el deseo de escupir de todas las maneras posibles sobre el monstruo que mató a su maestro.

Sólo le faltaba una cosa, o mejor dicho, una persona y debía apresurarse si quería contactarla.

Salió del cuarto y se fue hacia su habitación a paso firme en búsqueda de un pergamino y una pluma. Tomó asiento en su silla de escritorio y prendió su lámpara de mesa. Comenzó a escribir sobre el pergamino con una idea fija en mente.

«Espero que la lea a tiempo o, de lo contrario, tendré que traer a Ino y a Choji conmigo» pensó luego de firmar con su nombre. Enrolló el pergamino y despegó hacia el centro de aves mensajeras de la aldea.

Rezaba para que hubiera alguien que le brindara ayuda, después de todo, eran altas horas de la madrugada en las que nadie estaba despierto. Grande fue su suerte al ver que aún había una que otra luz prendida en el lugar.

Ingresó y deambuló por los pasillos en búsqueda del cuarto de donde provenía la luz. Al encontrarlo, se cruzó con el shinobi encargado de esa zona.

—Shikamaru-san, ¿qué hace aquí? —consultó el ninja.

—Preciso una de sus aves más veloces, este es un mensaje de urgencia —sentenció secamente.

El muchacho lo observó con sorpresa, pero asintió y se fue hacia la derecha a buscar lo que Shikamaru necesitaba.

—¿A qué se debe, si se puede saber?

—Sólo tienes que saber que necesito que vaya al centro de aves mensajeras de Suna Gakure —contestó cortante.

El chico comprendió que no le convenía hacer muchas preguntas así que tragó duro y abrió la jaula de un águila de color café.

—¿Alguna indicación? —preguntó mientras alistaba al ave.

—Sí, de hecho. Necesito que se lo entreguen a la embajadora de Suna —respondió Shikamaru dándole el pergamino al joven.

El shinobi asintió y cargó al ave. Le agregó una etiqueta en la que especificaba que fuera entregado a la embajadora de la aldea directamente y envió al águila a cumplir su misión.

—Tardará veinticuatro horas como máximo —comentó el ninja.

—Excelente —murmuró Shikamaru.

—¿Desea que le envíe directamente la respuesta, si es que llega?

—Por supuesto —Shikamaru asintió—. Gracias por su ayuda.

—No hay de qué, es mi trabajo, Shikamaru-san.

Shikamaru abandonó el centro de aves mensajeras y regresó a su residencia con la ilusión de perfeccionar su estrategia para deshacerse del bastardo que le arrebató a su querido maestro, Asuma Sarutobi.

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¡Muy buenas a todxs! No veía la hora de estrenar esto, sobre todo porque los próximos capítulos son una cosita pero hermosa (que apuesto tienen hasta mayor valor narrativo que los marcianos de Boruto, wtf con ese manga).

Siempre me gustó esta idea por varias razones, siendo la principal el contenido ShikaTema y de Temari que en los 500 capítulos de Shippuden Kishimoto la desaprovechó así que acá vinimos a arreglar eso.

Los capítulos serán poquitos (no creo llegar a diez) y cortos (alrededor de 1500 palabras para que no se haga pesado de leer).

Espero que a ustedes también les guste esta idea, no olviden de comentar y votar si es así. Los leo la semana que viene. 😘🫶

Voluntad de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora