🚬| O3: EL ENCUENTRO.

90 14 44
                                    

Estimado bebé llorón:

No te preocupes, partiré de inmediato a Konoha e intentaré llegar lo antes posible. Sé que no será un desafío fácil al que nos enfrentaremos, pero yo también tengo fé de que podemos lograrlo.

Te doy mis mayores pésames por la muerte de tu maestro, estoy segura de que tu venganza será exitosa y no descansaré hasta que todos y cada uno de los monstruos de Akatsuki paguen por el mal que han causado al mundo shinobi.

Te veré pronto, Shikamaru, resiste tres días hasta que llegue.

—Temari.

Habían pasado cincuenta y nueve minutos desde que Shikamaru leyó la carta de Temari por última vez, pero ya habían pasado sesenta horas en total desde que la recibió. Probablemente fueron los tres días más largos de sus diecisiete años de vida, pero seguiría esperándola toda una eternidad, después de todo, le quedaba tiempo para enfrentarse a un hombre que jamás moriría.

Llegó a un punto en el que su ansiedad le ganaba, se repetía una y otra vez su estrategia, acomodaba en el mismo sentido las fichas sobre el tablero de shogi para asegurarse de que su estrategia fuera perfecta. Sentía que estaba enloqueciendo, pero hacía su mayor esfuerzo para calmarse con tal de que Temari fuera con él.

—No fue fácil encontrarte, ¿eh? ¿Acaso no alcanzó el presupuesto para un escolta?

Una voz femenina irrumpió e hizo que todo su universo colapsara. Se quedó inmóvil en su lugar con la ficha de la reina entre sus dedos. Sus músculos tensos, su mente en blanco.

Logró oír el sonido de la suela de los zapatos de ella desplazándose hasta donde estaba él, pero su cuerpo no lograba reaccionar. Un silencio abrumador los envolvió de la misma manera que los delicados brazos de aquella mujer lo envolvieron a él.

—Ya estoy aquí, bebé llorón —susurró en su oído.

—Es la primera buena noticia que escucho en días —dijo Shikamaru en un tono de voz apagado, carente de vida.

El silencio reinó nuevamente, pero una fresca correntada de viento que ingresó por la ventana le hizo sentir a Shikamaru algo nuevo, una emoción distinta a las que experimentó durante los últimos cuatro días. No era un sentimiento de paz ni de tranquilidad, no sabía qué era, pero se sentía como un buen augurio, una señal de que no todo estaba perdido.

—Cuéntame qué tienes en mente —comentó Temari mientras soltaba su cuerpo lentamente.

Tomó asiento frente a él, el tablero de shogi en medio de ambos. Shikamaru la miró a los ojos y ella pudo notar algo muy distinto en su mirada. No lograba distinguir su característica pereza, ni su calma, al contrario, con tan sólo mirarlo a los ojos podía confirmar que la oscura sed de sangre se había apoderado de su corazón. Le recordaba a la mirada que su hermano tenía cuando eran niños, esa mirada sombría y solitaria que la hacía recordar los peores días de su vida y la obligaba a rememorar su sufrimiento y el de su familia.

—Primero tendremos que dejar al límite a uno de ellos: Kakuzu el que unió la cabeza de su compañero —dijo Shikamaru, Temari lo escuchó atentamente—. Cuando logremos debilitarlo, me llevaré a Hidan, el inmortal, al bosque de mi clan en una trampa que estuve diseñando durante estos días y lo engañaré para que realice el ritual y crea que va a matarme cuando en realidad matará a su compañero.

—¿Y cómo harás eso?

—Mientras peleemos con el otro, me quedaré con un par de gotas de su sangre y voy a depositarlas sobre la guadaña gigante que carga el inmortal, haciéndolo creer que en realidad me ha cortado a mí —explicó Shikamaru. Temari asintió.

Voluntad de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora