Isabelle
Triste ángel
Un extenso sendero bordeado de pinos nos guíaba a la mansión de los alemanes.
Adelante del todo, mi padre desde su auto le dijo algo al portero y nos dejó pasar.
Estacionamos los autos frente a una estatua de ángel.
La verdad no sé que tan católicos sean, siendo que son unos de los mafiosos más sádicos. Seguro van a rezar luego de matar gente inocente o cometer delitos imperdonables.Mis manos permanecen en el volante mientras miro con detenimiento aquella estatua.
Su mirada se pierde a lo lejos, tiene un dejo de tristeza o dolor en su rostro.
Sus manos se estiran como si quisiera agarrar algo en el aire.Ni las estatuas deben ser felices aquí...
Salgo de mis pensamientos.
Por favor, me preocupo por una estructura de piedra. De seguro estoy quedando loca.
Golpean la ventanilla del auto.
Stefano hace un ademán con las manos para que baje.
Salgo del auto.
- Diabólica ¿no? - señala el ángel.
Él hablando de diablos...
No respondo y me limito a ir con los demás.No cruzo palabra con mi padre y no lo pienso hacer.
Ya vendrá luego a pedir disculpas, pero esto no va a ser así.La mansión es un poco antigua. Mayormente todo es de color negro y gris.
Tiene un poco de estilo.Una joven nos abre la puerta.
- Buenas noches señor Guidacci. Adelante. - la chica baja la mirada y se mantiene pegada a la puerta como si ese fuera su lugar seguro.
Los cuatro hombres pasan sin decir nada.
- Buenas noches - la saludo y entro a la casa.
Lo primero que me llamó la atención fueron los grandes cuadros con figuras de hombres vestidos de traje, que decoran las paredes oscuras.
En el centro hay una fuente con un diseño de serpientes hechas de piedra, enroscándose y esa es la base de la fuente.
Varick y Alder bajan por una gran escalera.
- Bienvenidos - Varick es el primero en hablar y nos saluda uno por uno.
- Gracias por la invitación. - responde mi padre.
Alder se acerca a mí, mirándome con detenimiento de pies a cabeza y apenas sonrió con satisfacción.
- Estás bellísima, que bueno volver a verte - nunca aparta la mirada.
- Muchas gracias. Lo mismo digo - fuerzo una sonrisa.
Este hombre puede ser encantador y extremadamente apuesto pero no me da buena espina. Siento que es más lo que aparenta que lo que en verdad es.
Mis intuiciones nunca fallan.
— ¿Tinto? — pregunta Alder al entrar al comedor, sosteniendo una botella de vino con su apellido en la etiqueta: "Kaufmann".
Todos asentimos en silencio. El ambiente ya estaba cargado, como suele ser cuando familias con pasados manchados se sientan a la misma mesa.
— Mi esposa bajará en un momento... Se está arreglando. Ya saben, cosas de mujeres — comenta Varick con una risa controlada.
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Cruel Ambición | 1 | (BORRADOR)
De TodoElla está condenada de por vida desde que decidió serle leal a su familia. Un juramento que es como una soga en el cuello y que ahorca cada vez más. Pero lo que Isabelle no sabe es que detrás del pacto sagrado que no puede romper, se esconde un osc...