Acróstico

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Delicia era el nombre de mi abuela paterna, Delicia Esmeralda Nedelcovic. Qué hermoso nombre. Una mujer que nunca llegué a conocer pero que cada vez que la visito en el cementerio me largo a llorar como una nena que se le acaba de caer el helado.

Era una nena cuando mis viejos me contaban todas las historias necesarias para conocer a mi abuela. Era lo mínimo que podían hacer que me daba la paz necesaria para poder llevarla conmigo a todos lados.

La vez que me tuve que presentar ante el nuevo curso de clases dije: 'me llamo Juliana Vega y tengo 12 años. Hago patín.' Eso fue todo hasta que la profesora empezó a tomar asistencia. Yo siempre fui la última de la lista, muy raro fue el caso de algún personaje que entraba a nuestro curso para irse de nuevo a los pocos meses, y que su apellido empiece con Z. Pero ser la última de la lista siempre me gustó porque pasaba más desapercibida, los chicos prestaban atención hasta la mitad del listado, de ahí en más era todo un caos. 'Juliana Delicia Vega' dijo la profesora y el curso entero hizo silencio.

'Interés' pensé, 'todo lo que tienen es interés'. 'Presente'; '¿te llamás Delicia?' escuché de atrás mío, me di vuelta y solamente asentí. '¡Que nombre de vieja!' y todos se rieron. Nunca más quise repetir mi nombre completo, de ahora en más era Juli y nada más. Nada de Delicia, ¿porqué me tuvieron que poner ese nombre tan de vieja?, ¿no había otro nombre más común?.

Cada vez que alguien me pregunta sobre mi nombre nadie me cree, piensan que estoy mintiendo, que es un nombre artístico, que hago repostería, que tengo el ego por las nubes.

Inclusive cuando decidí viajar al exterior estaba insegura de mi primer nombre, Juliana. Lo eligió mi mamá para hacerle honor a su abuela que había venido de Polonia con el abuelo Gustavo, o como se conocían entre ellos, Gustav y Julyanna. Este primer nombre me dejó esconderme el tiempo que fuera necesario para al final darme cuenta que en realidad yo soy Delicia.

Así que cuando dejé el nido tomé la decisión de que me llamen por mi mejor nombre, con el que más resueno y el que más cercano llevo a mi corazón. Delicia no es un nombre común, pero yo como persona tampoco lo soy.

Ver la cara de la gente cada vez que me presento es un alivio. Alivio porque nunca escucharon un nombre como el mío. Tal vez se hayan cruzado con mil Julis, Julianas, Julietas o Julias, y de todas esas no creo que decir 'yo una vez conocí una chica que se llama Juliana' tenga algo de especial, de diferente, de gusto rico.

Entonces, una vez que veo esa mirada de desconcierto, me genera paz. La misma paz que mis viejos con mucho esfuerzo se preocuparon por darme para que yo llevara con orgullo este nombre tan lindo, tan distinto, tan genial. Quiero que todos sepan que me llamo Delicia, porque así se van a acordar de mí. En las páginas de repostería en Instagram, en los supermercados yankees en el sector de 'Deli', en pueblitos aislados en el medio de alguna provincia lejana, yo estoy ahí.

Ganas me sobran por ser reconocida por mis escritos, por mis pinturas, por mis traducciones, pero ¿qué más lindo que te reconozcan por tu nombre?

A veces lo que uno cree que son defectos o errores cometidos por terceros son nuestra catástrofe, pero hay que ver más allá de la nube de hongo que genera ese pesar, hay que ver más allá de los prejuicios de los pibes de 13 años y tomar esa risa burlona y convertirla en una risotada campeona.

Self titledDonde viven las historias. Descúbrelo ahora