Finde en la playa [Papulince X Panafresco]

Confesiones #3

Después de jugar un rato en la orilla, Miguel y yo decidimos relajarnos un poco más en la playa. Nos sentamos en la arena, disfrutando del sol y la brisa marina, mientras conversábamos sobre diversos temas.

— ¡Qué fría está el agua! :,v — exclamé mientras las olas chocaban contra mis pies.

Miguel asintió con una sonrisa, disfrutando del ambiente relajado. Nos quedamos un rato más en la playa, observando las olas y sintiendo la brisa en nuestras caras.

La verdad nunca había visto a Miguel con un aspecto tan 'pacífico' en su rostro. Creo que mi madre tenía razón cuando dijo que este viaje sería una buena idea.

De repente, vimos a Vladimir haciendo señas a lo lejos, sus gestos eran evidentes: era hora de almorzar.

Miré mi reloj y me sorprendí al ver que ya eran las 3 p. m. No habíamos comido casi nada en todo el día, estábamos tan entretenidos en la playa que se nos había olvidado el tiempo.

— Vamos, papu, es hora de comer — dije, levantándome y sacudiéndome la arena que se había pegado a mi short de baño.

Cuando llegamos, nos encontramos con Pedro preparando una deliciosa comida en la parrilla. El aroma tentador nos hizo agua la boca y nos sentamos alrededor de la mesa, listos para disfrutar de un festín.

— Wow, Pedro, esto se ve increíble — exclamé, admirando la comida frente a mí.

[...] luego de comer [..]

Después de un tiempo de relajarnos en la terraza, disfrutando del cálido sol de la tarde, Pedro propuso dar un paseo por la playa para ayudar a bajar la comida.

— ¿Qué les parece si damos un paseo por la playa? — sugirió Pedro, mirando al grupo con entusiasmo.

— Chale, es verdad que tú no pudiste disfrutar de la playita, bro — dijo Miguel.

Mientras caminábamos, el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, pintando el cielo con tonos cálidos y dorados. Era un espectáculo impresionante que nos dejó asombrados.

— ¡Miren ese atardecer! — exclamó Pedro, señalando hacia el cielo.

Nuevamente, no lo pude evitar. He estado sintiendo una extraña atracción últimamente, no quería ver el espectáculo. Preferí ver cómo los colores de la tarde pintaban la cara de Miguel.

Mi pecho se sentía raro, como si me doliera — Creo que al fin lo entiendo — susurré para mí mismo.

— ¿Te gusta lo que ves? — preguntó Miguel sacándome de mis pensamientos.

— Sí, es muy lindo, ¿no? — dije mirando al atardecer, pero en realidad me refería a otra cosa.

continuamos nuestro paseo por la playa, disfrutando de la compañía del otro y compartiendo historias y risas mientras caminábamos.

— Y si hacemos una fogata? — dijo Miguel.

— Que buena idea. Entonces Vladimir y yo iremos al grifo a comprar malvaviscos y ustedes dos (Luis y Miguel) se quedan a encender la fogata? — Dijo Pedro, como siempre guiando al grupo.