DESDE LA VENTANA

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Desde la vidriera, con vistas al horizonte,
me percato al frente de un chaval más o menos de mi edad,
observando hacia mi lugar,
casi sin pestañear.

Me hace señas, pero no entiendo su significado, ¿querrá acaso ser mi amigo?
Por más gestos le haga, día tras día,
no se digna a responder,
por dios, amigo mío, ¿se estará burlando de este pobre niño?

Pues bien, lo mismo hacía, una y otra, y otra vez, pero ¿qué demonios persigue, será demasiado tímido, de veras querrá jugar conmigo?

Decido bajar a buscarlo, pero el timbre no suena,
ni mucho menos, de hecho, el chaval ya no me observa,
sigue mirando al frente,
con mueca irreverente.

¡Oh, dios mío, ahora lo entiendo todo! No me miraba a mi, sino al vecino de enfrente, que vive arriba mío y permanece junto al ventanal, mirando casi ausente,
al chaval sonriente.

Debí parecer un tonto, ¿cómo no se me había ocurrido?
Ambos juegan escondidos,
¿por qué no querían hacerlo conmigo?
¡Verás amigo mío, es que es muy difícil jugar con un niño ya fallecido!

TERROR DE BOLSILLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora