—Odio tús espantosas botas, porqué reconozco el sonido de tus pisadas apresuradas.
—
—Está vez no vas a sorprenderme—Murmuré pero ya era demasiado tarde.
—Parece que sí lo hice— Apareció en frente mío.
—Carajo— Arrugué mi nariz.
—Él parecía estar sonriente como si nada. Se estaba burlando
—Porqué siempre arruinas mi jardín— Le pregunté serio.
—De qué hablas— Tragó grueso.
—Le señalé aún más molesto.
—Detesto el sonido que haces cuando caminas con eso— Acaricié mis orejas.
—¿Memorizaste el sonido?— Se acercó a mí y luego depósito un beso en una de mis mejillas ahora coloradas.
—No dije nada, era cierto. Había memorizado el como sonaban y no iba a admitirlo ante ese idiota. De verdad detestaba sus botas.