Capítulo 2.

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Cuando la nave se alejó lo suficiente del alcance de la gravedad terrestre, los cinturones de seguridad de nuestros asientos se abrieron automáticamente, dejando a todos los híbridos libres. Podíamos caminar por la nave y visitar los distintos aparcamientos, comedor, salón de juegos y nuestras habitaciones.

Me dirigí de inmediato a nuestra habitación. La identifique porque la puerta estaba señalada con el nombre de nuestra madre "Sofía". Ver su nombre me hizo recordarla de inmediato, su cabello rojizo, sus ojos verdes cuales cortados del cuarzo parecían, su piel blanca y brillante, y su voz dulce y tranquilizadora. Temía que nunca más la volviera a ver. Eso me hacía ponerme muy triste, quería mucho a mi madre, y pensar que nunca más volvería a escuchar su delicada voz, hacía que mi cuerpo perdiera fuerza y mi corazón se llenara de pesimismo.

Cada familia tenía su propio cuarto con cuatro camas y un baño. Allí me mudé de ropa. Odiaba el traje espacial, estábamos obligados a llevarlo durante el despegue y luego durante el arribo, solo por razones de seguridad. Pero cómo ya estábamos en órbita, ya me podía poner ropa cómoda.

Tiré el pesado traje sobre mi cama y miré mi piel desnuda sobre el enorme espejo, que estaba frente al placar. A simple vista parecíamos humanos, pero no lo éramos. Nuestras blancas pieles se tornaban escamosas en el final de la nuca, en las sienes, en los codos y en la espalda baja. Además de nuestras brillantes escamas, mediamos el doble de un humano promedió. Yo tenía una altura de tres metros treinta, y pesaba ciento veinte kilos. Era muy delgada. Según decía Martín Fravigga, teníamos esa altura y peso, porque nuestros cuerpos estaban adaptados para la gravedad de Marte, y no para la de la Tierra. Por eso mismo, cuando todavía vivíamos en la tierra, nos movíamos muy lentos, parecíamos perezosos.

Luego de pensar todo esto, escondí mi desnudo cuerpo sobre un vestido corto color violeta, que en la falda se dibujaban algunas flores en azul, me calcé zapatos negros y recogí mí colorado cabello con un moño azulado. Y dándole una última mirada a mi reflejo, salí de la habitación rumbo al comedor. Me moría de hambre.

Cuando llegué al comedor sentí un aire de familiaridad. El comedor era casi idéntico al comedor de la base en Oymyakon, la ciudad rusa más fría del mundo. Sus paredes blancas y puertas grises se alzaban elegantes, mientras que ninguna ventana nos mostraba la luz del exterior. Como nuestras pieles no estaban adaptadas al cálido aire terrestre, debíamos pasar las veinticuatro horas del día ocultos de los rayos del sol. Uno de los hermanos menores de Lev una vez escapó de la base, dicen que murió al instante que la luz del sol le tocó y que toda su piel se volvió tan negra como el carbón, desde entonces Lev es un cascarrabias. No lo culpo, no sé como reaccionaria yo, si le pasara algo a uno de mis hermanos, que son lo único que tengo.

Me senté en el asiento continuo a mi hermano Ayshane y en frente estaban mis hermanas Dasha y Olena discutiendo tontamente. La mesa era larga, eran para que se sentaran en ella dos familias. Se sentó la familia Ayn, eran amigos nuestros:

― ¡Anastasia!― Gritaba Dasha, la más pequeña, agitando sus bucles pelirrojos con furia ― ¡Olena me robó mi manzana!

Yo las miraba intentando poner mi mejor cara de hermana malvada y rigurosa, pero no me salía, porque Sergei y Aurel no podían evitar reírse de mi gesto:

― No parece que te tuvieran miedo― Dijo Aurel Ayn riendo a carcajadas mientras intentaba retirar sus mechones castaños que se entrometían entre su rostro.

― ¡Olena!― Le dije finalmente a la niña, la cual frunciendo sus labios con enfado y resignación, le devolvió a su hermana la manzana robada.

Teníamos mucha diferencia de edad entre nuestras hermanas más pequeñas, Ayshane tenía recién cumplidos los veintiuno, y yo los diecinueve, las otras niñas apenas tenía una trece y la otra ocho. Mi papel no parecía tanto de hermana sino más bien de madre, a veces resultaba muy agotador. Ayshane me ayudaba a cuidarlas, pero él tenía mucho más trabajo liderando la gens.

El almuerzo estaba siendo agradable, hasta que Lev se acercó a nuestra mesa. En un principio no podía imaginarme que quería, pero lo sospechaba. Fastidiarnos:

― Ahora que comenzamos una nueva vida en otro planeta, tal vez necesitemos un nuevo líder que nos gobierne― Dijo suspirando mientras actuaba confusión ― No sé, tal vez alguien más apto e inteligente.

Mi hermano rió irónicamente, y Sergei se adelantó a responderle:

― ¿Alguien como quien?, ¿Cómo tú?― Dijo mirándolo de soslayo pero con un sutil tono amenazador.

― Cualquiera sería mejor que los actuales― Dijo Lev burlonamente, obviamente eso estaba dirigido a mi hermano.

Ayshane se levantó de su asiento encarando a Lev con la mirada fija, estaba enfurecido, pero nunca perdía los estribos, sólo dejaría a Lev en su lugar:

― Tú podrías tener el puesto― Dijo pero luego agregó ― Pero no olvides que has perdido tu oportunidad, has sido degradado de tu puesto como segundo. Ni siquiera tienes la autoridad para volver a tu antiguo lugar. Resígnate.

Lev le devolvió una mirada peligrosa, de esas que juran venganza. Y luego se alejó de nuestra mesa acercándose a sus hermanos, que se encontraban sentados en la otra mitad del comedor.

Sergei Ayn era el mejor amigo de Ayshane, y el segundo al mando, debería serlo Lev, pero por algunos inconvenientes había perdido su puesto. En otras palabras le había hecho la vida imposible a mi hermano, esperando que renunciara a su liderazgo para ascender él, pero mi hermano es una persona fuerte y terminó degradándolo de su lugar, lo cual obviamente enfadó mucho más a Lev, por eso mismo nos odia y cada momento es perfecto para atosigarnos.

Terminamos el almuerzo y acompañé a mis hermanas a nuestra habitación, mientras Ayshane tomaba otro rumbo, se dirigía a la sala de conferencias, tenía la primer reunión con los líderes de la gens y los de la tierra. Se veía tenso, aunque intentaba ocultarlo.

Camino a nuestra habitación me sorprendí, tanto que salté en mi lugar. Mi corazón se aceleró violentamente al ver quien estaba parado esperando en nuestra puerta. ¿Qué quería?, no sabía si temerle o no, no quería parecer débil, pero era difícil no sentirse intimidada bajo sus ojos celestes.

Cuando Lev me vió con sus ojos del color del cielo, alzó su vista y alejándose de la puerta de mi habitación me dio lugar para colocar la llave, pero no lo hice, primero quería saber que hacía afuera de nuestra habitación.

GENS "Misión: Conquista a Marte"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora