Prólogo

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Había un pequeño cartel sobre los ventanales de cristal de la comisaría, pegado con demasiada cinta adhesiva para que el viento no consiguiera arrancarlo.
Ahí estaba la cara de Amanda, su hermoso cabello rubio estaba recogido en una coleta alta, dejando relucir su bronceado y menudo rostro, sí que era hermosa, pero no en ese cartel, su belleza era opacada con las enormes letras en tinta roja que estaban debajo de su fotografía.

» ¡Desaparecida!«  »¿la has visto? «  » Sí Tienes alguna información, por favor ir con jefe de policía «

Ya habían pasado una semana completa desde que Amanda había desaparecido, nadie sabía de su paradero, simplemente... desaparecio. Como sí la tierra se la hubiera tragado.

Pero una vocecita en mi cabeza me repetía una y otra vez que era mi culpa, sí yo no hubiera dejado que ella tomara más de la cuenta.

Tal vez no era mi amiga, que va, ni siquiera nos soportabamos, pero eso no significaba que lo había echo a propósito, pero muy profundo dentro de mi alma sentía algo por ella, ¿Culpa? ¿remordimiento? ¿Tristeza? no tenía la menor idea.

Un relámpago cayó en las letanías del bosque. El cielo estaba oscuro y el aire olía a lluvia.

Me sentía mal por irme de ese lugar, éste era un lugar especial, donde había estado viviendo durante tanto tiempo, pero era lo mejor, teníamos que irnos pronto o la gente comenzaría a sospechar.
Antes de que el D.P.E.M se diera cuenta de lo que verdaderamente había pasado.

No podía permitir que mi hermano pasará por lo mismo que yo y mucho menos por alguien que realmente no valía la pena.

Sentí un escalofrio muy familiar recorrer mi espalda y arranque el cartel antes de que mi hermano lo viera.

— ¿Todo Bien? — lo escuché preguntar.

suspiré y me di la vuelta para enfrentarlo.

— Sí, todo está bien —asentí levemente.

el frunció el ceño en dirección al papel arrugado entre mis manos y dijo:
— ¿qué es eso?.

— Nada importante — negué con la cabeza, mientras lanzaba la hoja lejos.

el se escogió de hombros.

— Vale, no importa. Debemos irnos, ya todos están listos — dijo, se giró y caminó hasta el auto.

lo seguí, pero no sin antes lanzar una última mirada al lugar de donde nos íbamos, y que probablemente, nunca más regresaría o eso pensaba, porque ahora mismo, regresábamos al lugar donde jamás imaginé que regresariamos.

Experimento 234Donde viven las historias. Descúbrelo ahora