Las gotas caían constantemente en el sucio asfalto, como lágrimas de dolor y tristeza, lágrimas derramadas por una enigmatica mujer que a tratado de ser feliz en toda su vida, sin embargo, jamás a encontrado la llave de la felicidad y por fin, cuando piensa que al fin a encontrado el amor, ése hombre la deja, sola y desamparada.
Ese era uno de esos días en los que me sentía cordialmente inspirada a escribir una historia. O tal vez era porque acaba de leer un viejo libro en la biblioteca que trataba sobre una mujer desamparada la cual había sido dejada por su adorado amante, el cual, según ella, era excelente en la cama.
Sacudí la cabeza levemente, no sólo para borrar el rumbo que toman mis pensamientos, sí no para sacudir la pequeñas gotas que habían logrado esquivar el paraguas, lo cual no funcionó, porque seguía mojada y mi mente seguía andando por los rumbos de la lujuria.
Suspiré y continué caminando.
Probablemente, sí yo tuviese un auto, en primera no tendría que caminar hasta la escuela y así no pescaria un resfriado en las épocas de lluvia, también podía hacer mi truco para que el agua no me mojara, pero corría el riesgo de que alguien me viera.Pero no, la vida tenía que ser injusta y cruel, porque ahora mismo me dirigía a mi nueva escuela, y no estaba nada contenta por eso.
Volví a suspirar y seguí con el camino, mientras mi mente volvía a revivir los sucesos lujuriosos del libro.
* * *
El timbre sonó a tiempo, la multitud se hizo más densa, pase entre codazos y golpes, escuche a alguien decir algo obseno, pero lo ignoré, y a pesar de que era hora de entrar, a nadie parecía importarle.
Un profesor salió corriendo de una de las aulas, era bajo y gordo, llevaba una camiseta que le quedaba pequeña y un short corto, sus piernas gordas y peludas me revolvieron el estómago, supuse que conforme a su vestuario era el profesor de Deportes.
Comenzó a gritar, pero nadie le prestó atención, entonces apareció otro profesor, llevaba un elegante y formal traje negro, además este era alto y fortachón, emanaba autoridad, silvó y todo el mundo salió corriendo a sus aulas.
Eso empeoró mi situación, los codazos y golpes aumentaron, quería regresar los golpes pero tenía miedo de meterme en problemas, me hice pequeña, lo cual no era difícil para mi.
Alguien me tomo de los hombros y me jaló fuera de la multitud, me giré para ver quién era.
Era un chica, una cabeza más alta que yo, se veía simpática, sus ojos eran enormes y llorosos de un hermoso color chocolate, su cabello era rubio oscuro y estaba atado en una trenza.
Sonrió amablemente.
- Eres nueva, buscas la sala del director - aseguró, su voz era fuerte y firme, algo inesperado para su apariencia. Asentí, un tanto confundida. Ella señaló el pasillo contrario a donde me dirigía y dijo:
- gira a la derecha y sube las escaleras hasta el tercer piso, sigue adelante y dobla a la izquierda ahí están las salas de los maestros.
- Gracias - murmuré.
La mayoría de los alumnos ya se habían marchado, sólo quedaban unos pocos.
- No es nada, bienvenida al "Sector" - me guiñó el ojo y se marchó.
Seguí sus indicaciones, subí las escaleras y gire a la izquierda, había varias salas y cada una tenía escrito en un letrero el nombre de ellas. "Sala de audiovisuales" "Sala de teatro" "Sala de maestros" "Baños de maestros" y la del fondo era la que buscaba "Dirección".
Todas las salas estaban aquí, del lado derecho, estaban "La enfermería" "Psicólogo" "Laboratorio" y un salón asegurado con un señal de "Sólo personal autorizado". Igual que en las tiendas de auto servicio.
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Experimento 234
General Fiction¿Crees que eres especial? Yo también lo creía. Pero todo resultó ser una mentira. Nadie nace siendo especial, lo especial se crea. "En ocasiones es mejor no saber la verdad"