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Ya de mañana, Eijiro abría los ojos lentamente, tratando de asimilar todo lo que había pasado el día anterior.

—Ugh... ¿Dónde estoy? —se quejó, mientras mantenía una mano en la cabeza.

—Nada mal Rojito —habló está vez Katsuki mientras salía de la ducha en una bata de baño y prendía un cigarrillo— deberías venir más seguido.

Poco a poco Kirishima recordaba lo que había hecho el día anterior, no eran recuerdos sólidos sino más bien parecían flashes sin coherencia entre ellos.

El primer recuerdo era cuando estaba en el bar y vio a un chico de cabello blanco, luego sus recuerdos lo llevaron a una casa exótica ¿Cómo llegó? Ni idea.

El siguiente recuerdo era estar con alguien en la cama mientras...

—No puede ser... —cubrió su rostro con ambas manos apenado por la reciente imagen en su cabeza— soy un tonto.

—Tsk, un tonto muy ardiente —Katsuki se sentó a su lado en la cama mientras liberaba el humo de su boca— estabas ebrio y ya pasó, no te culpes por eso.

—No se supone que debería actuar de esa manera. Mi madre me educó para ser un caballero— quitó las manos de su rostro para ver a Katsuki fijamente— Lo siento, todo esto fue mi culpa.

El rubio notó que aquellos ojos comenzaron a empañarse, cargándose de toda la frustración que su contrario llevaba consigo.

—No tienes que disculparte por nada —respondió inhalando nuevamente su cigarrillo— a mí me gustó y yo ya cumplí con mi trabajo.

—Pero...

—Pero nada, ya lo hiciste. Deja de lamentarte por eso —a pesar de alentarlo, Bakugo usaba un tono seco y frío como si lo estuviera  reprendiendo— todos cometen errores ¿Qué clase de persona serías si te dejas arrastrar por eso?

Esas palabras conmovieron al pelirrojo, al punto de querer llorar nuevamente. Pero no, ya no había tiempo para lamentarse.
Debía seguir ese consejo y continuar con su vida.

—Gracias... —soltó finalmente Kirishima con una gran sonrisa.

—Tsk, como sea. Ahora báñate y te espero abajo para que pagues —Katsuki se levantó e inmediatamente se oyó un ruido extraño proveniente de su estómago.

—¿Tienes hambre?

—No. —el ruido se hizo presente de nuevo— mierda...

—Déjame llevarte a desayunar.

—Déjalo así, no debo convivir con los clientes en horas de trabajo.

—Y... ¿Hasta que hora trabajas? —la cara de Kirishima era similar a la de un perrito curioso.

—Tsk. Eso no te importa —el rubio se levantó de la cama y se dirigió a la puerta— te esperaré abajo para que pagues. No tardes o te cobraré demás.

Seguido de eso Katsuki salió de la habitación.

Seguido de eso Katsuki salió de la habitación

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