14. Maldita mi vida

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Salió de esa oficina con el corazón en la mano y secando sus lágrimas que caían con abundancia, aquel nudo en la garganta la hacía asfixiar y entrar en desespero absoluto, tenía a su hija en mente y las necesidades que tendrían. Se dirigió a los recursos humanos para que le entreguen la carta de despido y su liquidación, mientras pensaba que era mejor morir para no pasar más necesidades con su pequeña.

— Buenos … Días — Olivia trata de no llorar más.

— Hola, dime en qué te puedo ayudar.

— Vengo a firmar mi carta de despido, como lo indicó el señor Robert.

— ¿Cómo?, pero la carta que tengo para usted es un aumento de sueldo.

— Pero, el jefe me acabó de despedir —, no podía creer esa noticia sobre su sueldo, ella dudó.

— Sí, por favor, revisar y la firma, esta es tu copia.

Olivia tomó la carta y se dirigió nuevamente a la oficina de gerencia.

— Le dije que no, no me convencerá con esto — tira el papel hacia el rostro de Robert.

— Este documento tuvieron que haberlo entregado hace dos días — él está enfurecido, por lo que llama carlota, jefa de RR. HH, la regaña fuertemente.

Un silencio incómodo se invadió el ambiente, ella estaba irritada por aquella ofensa y el desesperado al punto de un colapso.

— Oliv…

— Mire, señor, yo …

— No digas nada, abuse de tu confianza.

— Le ayudaré — ella acepta pensando que ese dinero le servirá para terminar de comprar lo faltante.

Robert se sorprende a que aceptara el negocio que le propuso. A pesar de haber sido grosero con ella, la mira con tristeza y culpa que una mujer sola con su bebé se vea obligada a ser con esa mentira. Procedió a entregar un acuerdo para revisar las condiciones, las cuales aprueba y firma.

Sus manos temblaban y su mente se mantenía en blanco por unos segundos, creyendo que no tenía más opción que aceptar, firmar el documento y guardar la copia que le entregó su jefe. Después de unas horas, se fue corriendo en busca de su hija, que era el refugio más hermoso que tenía.

— Maldito Robert, maldita mi vida — abraza con fuerza a su bebé acostada sobre la cama nueva.

— Mi niña, todo lo hago por ti porque quiero darte todo lo que mereces, mi pedacito de cielo — hizo dormir a la pequeña Charlot.

Sentada en la ducha, el agua caía sobre su cabeza y llora en silencio, maldiciendo su vida y lo miserable que era, pensaba que su hija merecía unos mejores padres y tener todo lo que quiera. Su padre la abandonó cuando se enteró de que venía en camino y ella, una persona que no merece ni la lástima. Lloro por una media hora, hasta que escucho a su hija llorar.

— ¡Shh! Mi vida duerme tranquila, mi amor de alma, mi pedazo de vida — se secó con rapidez y sostuvo, la sostuvo entre sus brazos, su corazón y mente se tranquilizaron.

Definitivamente, Charlot era su mundo, su fuente de felicidad, aunque su mente estuviera hecha un desastre.

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