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Se me había ocurrido una idea para ahuyentarlos y aunque era muy mala, no quedaban muchas más opciones.

- Oigan chicos, ¿han oído hablar de la ceniza intergalársista implovirtasticalamatalistica.- No hay reacción. - ¿No? - Zaira voltea a verme con cara de "¿todavía te queda algo de cerebro?".

Bueno, eso imagino yo al verla con su cara fruncida, sus brillantes ojos interrogantes y su fina cabeza inclinada como si fuera a preguntar, pero aún sin hacerlo.

- Bueno chicooo/as - digo recordando que no sé qué son, - es un... un... algo que no entenderían de qué hablo si se los dijera...-

- ¿Okey? Creo que dije todo mal. Mejor vuelvo a empezar.

- No pueden entrar ¿si? Nosotros somos peligrosos, es más, si nos tocan aunque sea con esos mega trajes de terror se llenarían de eso que ya dije antes.

Sin importarles mi invento extraño dos de ellos pasan, uno toma a Zaira de las muñecas lo suficientemente fuerte como para que se vieran alrededor del agarre unas marcas blancas, y con toda razón la agarró así de fuerte ya que en el momento en que se le acercó, Zai le tiro una buena patada, lo cual debió haber dolido... Me sorprendí del tremendo golpe que se llevó sólo con acercarse a ella, me alegra que no me haya recibido así, pensándolo bien, me gusta que me ignoren y contesten secamente.

Seguido de la patada, Zaira se le aventó al uniformado con tal fuerza que lo alcanzó a tirar, la segunda persona se le acercó y la sostuvo con suficiente fuerza y lo más lejos posible para no recibir también una patada antes de que ella lograra huir golpeando a todos los demás. Mientras ella hacía todo eso yo comencé a retroceder ideando un nuevo plan tomando en cuenta que no salió el primero y que ya tenían a Zaira.

Aún forcejeando pero con menos fuerza, Zaira trataba de quitarse lo que sea que le hayan puesto en las muñecas que le impedía moverse: eran como dos pulseras de plata sin nada que las uniera, pero aún así no podía separar las manos más de cinco centímetros. Tomé una de las ramas que se encontraba en la fogata y la levanté en contra de ellos tal y como había hecho Zai conmigo. Solo que ésta sí tenía fuego.

Dos personas más se acercaron pero esta vez hacia mí, una tomó la rama y trató de quitármela, pero yo la tenía perfectamente agarrada. Aunque mi cara mostrara una combinación de frustración y enojo, por dentro tenía una sonrisa pues sabía que, hiciera lo que hiciera, esa persona no me iba a poder quitar laaa... - ¡Ah! ¡Ay! ¡Mi brazo, mi brazo! ¡Así no cuenta! -

Jaló por completo mi brazo hacia atrás casi dislocando mi hombro; en el momento en el que lo jaló más fuerte solté la rama, me enderecé y me mantuve quieto esperando que se me ocurriera qué hacer. Entre los dos me pusieron también unas pulseritas y las activaron haciendo así que me mantuviera quieto.

- Muy bien - dice una voz de hombre desde atrás de la fila de uniformados, - ustedes dos vienen con nosotros - habla la misma persona mientras se abre paso hasta llegar a nosotros.

Zaira, jaloneándose todavía, se logra acercar más a esa persona y se le queda viendo como si lo pudiera desaparecer sólo con eso... Tal vez hubiera sido útil.

Rodeados por las seis personas más el extraño hombre, que al parecer es el único aquí que sabe decir algo que no sean gruñidos (o sea Zaira y yo porque los demás no dicen ni media palabra), empezamos a caminar a lo desconocido.

Solos en nuestro universoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora