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Un edificio gris, achaparrado, de sólo treinta y cuatro plantas. Encima de la entrada principal las palabras: Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres, y en un escudo, la divisa del Estado Mundial: Comunidad, Identidad, Estabilidad.

​Ahora no sé lo que existe y lo que no. Sólo puedo estar seguro de una cosa: únicamente existo yo. Me lo repito todos los días para no caer en el laberinto de mi mente que intenta hacerme creer que todo existe, que las personas y animales realmente están ahí y no son sólo productos de mi imaginación. No puedo estar seguro de nada, no sé quién es real, ni quién es controlado, todos se ven exactamente igual.

​Por primera vez en 17 años he salido de ese pequeño edificio gris. Me he permitido romper las reglas para observar, para entender lo que me rodea, pero jamás les creí, pensé que habría más personas afuera que no saben lo que realmente sucede, que no se preocupan por lo que ocurre a su alrededor. Pero no hay nada, nada, sólo ceniza de lo que alguna vez fue una hermosa ciudad inexistente.

​¿Cómo es posible que no haya nada? Todas las imágenes, todas las historias que nos han contado, las teorías, ¿de dónde han salido? ¿Cómo puedo estar seguro de que las personas que se encuentran en ese sombrío edificio existen?

​Las alarmas suenan detrás de mí, alertan a los guardias y escriben mi destino conforme pasan los minutos. Pero no pienso volver, no esta vez, por fin he logrado salir después de tantos intentos, después de tres años agregados a mi estadía en ese aburrido edificio al ser atrapado en el intento de escapar. Esta vez lo logré; si regreso agregarán más años al tiempo que debo permanecer allí, cuando lo que realmente quiero es salir, olvidar lo que sé y vivir como nos han enseñado que viven las personas irreales, en la ignorancia, creyendo todo lo que ven.

​Tranquilo, me digo. Pero es imposible: el tiempo no se puede borrar y ahora, entre más minutos permanezca aquí, menos probabilidades tengo de escapar.

​Escucho la puerta principal del edificio abrirse con un fuerte chirrido y un pesado arrastre, la puerta que ha visto salir a más de cien humanos reales, la puerta que me ha visto huir y que ahora da paso a mis captores, a las personas que me mantienen prisionero en el Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres, edificio en que me han enseñado más de lo que quisiera saber y en donde han condicionado mi propia existencia.

​Media docena de hombres vestidos de negro salen del edificio formados en dos filas de tres, acercándose a mí con un trote acompasado, cada uno con una linterna en la mano apuntando hacia el lugar donde me encuentro. Seguramente, en cuanto lleguen a mí, me aplastarán contra el suelo evitando así que haga cualquier movimiento. Doy media vuelta y empiezo a correr tan rápido como puedo. Volteo para observar dónde han quedado los guardias. Y los veo justo detrás de mí, todavía en dos filas, corriendo como perros de caza listos para lanzarse sobre su presa.

Trato de apresurarme. No puedo permitir que mi intento de escape se vea frustrado sólo porque no sé correr. Pero es que jamás había corrido en toda mi vida; una de las reglas del Centro de Condicionamiento de la Central de Londres es no correr dentro de las instalaciones, que por definición son todo edificio. Si te atrapan corriendo agregan un mes a la estadía, lo cual es mucho si en verdad quieres salir (como yo); pero ahora que lo pienso, si me han agregado años por intentar huir, que más hubiera dado un mes por correr.

Alguna vez escuché decir a alguien:"El miedo te da alas". Bueno, sé que no es real, nada lo es, pero en verdad sentí que me nacieron alas de la espalda para darme la libertad que nunca tuve. Toda mi vida fui un pájaro enjaulado y ahora siento que puedo volar, alejarme de mi jaula, ser libre, volar entre las nubes y jamás regresar a la tierra.

​Volteo, sofocado por el esfuerzo de mi carrera. Los guardias han quedado atrás, sonrío como jamás he sonreído: de felicidad, viendo seis puntos negros a lo lejos, perdiéndose en la obscuridad de la noche, seis puntos en la nada, seis puntos inexistentes.

Solos en nuestro universoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora