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- ¿Cómo llegó hasta aquí?

​- No tengo la menor idea.

​- ¿Está vivo?

​- Yo lo veo bastante muerto.

​- ¿Respira?

​- No sé. A ver, échale tantita de tu agua. ¡No, no ahí! Trae acá. En la cara, no en los pantalones. Así.

​Logro abrir los ojos al sentir las gotas del agua fría y refrescante deslizarse por mi rostro. Frente a mí veo a dos personas, las dos son mujeres; de hecho, una es una niña, le calculo una edad de seis o siete años. Tiene la cara larga y delgada; y el pelo, largo y negro, se ve tan sedoso que me dieron ganas de acariciarlo, aunque sinceramente, ni siquiera me puedo mover. Intento incorporarme. La niña y la... la... otra, dan un brinco hacia atrás al ver que me muevo, pero al instante mi cuerpo regresa rápidamente a su posición en el suelo.

​- ¿Zai?

​Dice la niñita a la muchacha. A esta le calculo entre 16 y 18 años. Luce el cabello muy corto, de color verde, y unos ojos hermosos, brillantes, casi de color gris, pero, con unos puntos azul obscuro que les dan profundidad.

​-No te preocupes, en el estado en que está no creo que siquiera se pueda levantar, mucho menos caminar.

Tiene razón.

​- Vámonos.

​- No Zai, no lo podemos dejar, es como nosotros, oigo decir a la niña, quien ya se encontraba junto a ¿Zai? Creo que así se llama.

​- Esperen... ¡¿Quién me mojó los pantalones?!

​- Él no se parece nada a nosotras.

​- ¿Es un humano? - pregunta la niñita con los ojos llenos de lágrimas.

​- Sí.

​- ¿Tiene tres ojos, cuatro piernas, o no tiene cabeza?

​- No.

​- Entonces dime, ¿qué lo hace diferente de nosotras? - le pregunta enojada a Zai.

​Zai esconde algo, no le está diciendo todo a esa niña, eso me preocupa, porque sea lo que sea que esconde tiene que ver conmigo, están hablando de mí. Zai no contesta.

​"Solamente existo yo, solamente existo yo", me repito para no olvidarlo.

​- Nada, tú ganas: no es diferente.

​La niña regresa hasta mí dando saltitos alegres, me toma del tobillo y dice:

​- Entonces ayúdame a llevarlo.

​- Espera, primero hay que darle agua, si no queremos que se nos muera antes de llegar.

​- ¿¡Que me muera?!

​- Espera, ¡dijo agua!

​Zai se acerca a mí con una botella, me levanta un poco la cabeza y me llena la boca de agua; con algo de trabajo logro cerrar la boca y tragarla. Siento cómo refresca mi garganta y cómo regresa la vida a mí. He abierto los ojos, que anteriormente estaban entrecerrados. Los he abierto bien. Ese trago de agua me hace sentir como nuevo, aunque no me caería mal otro.

​Apoyo mis manos en el suelo y me mantengo medio sentado, Zai me entrega la botella y me hace una seña para que beba más. En poco tiempo me acabo toda el agua que había en la botella, se la regreso a Zai, quien la recibe con media sonrisa en el rostro.

​- Al parecer tenías sed- me dice riendo un poco.

​- No sabes cuánta - le contesto con dificultad y con una voz más que ronca.

Solos en nuestro universoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora