Pienso en tu mira

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Capítulo tres: celos

Una semana después de su boda le había bastado a Chaeryeong para vivir en carne propia lo que era vivir con un hombre violento. Era el mismo diablo.

Su nueva casa estaba impregnada de gritos que a cada rato soltaba aquel y su piel se encontraba con moretones. Olía a infierno.

No podía salir a menos que le pidiera permiso o fuera con él.

Él no era un hombre alcohólico, pero siempre salía a bares de mala vida a pasar el rato dejándola sola la mayoría de los días y siempre regresaba intacto a las horas de la madrugada.

Si encontraba a Chaeryeong despierta comenzaba a discutir, llegando a los golpes. Así que Chaeryeong comenzó a dormirse temprano, como una niña de siete años.

Una noche se encontraba ya dormida cuando lo escuchó llegar, no se quiso levantar y solo espero a sentir su peso hundiéndose a su lado, pero en vez de eso sintió como tomaba su mano y se agachaba comenzando a susurrarle cosas.

-Cuando sales por la puerta pienso que no vuelves nunca y si no te agarro fuerte siento que será mi culpa-terminó de hablar y dejó un beso en su frente.

Cuando al fin sintió su peso a su lado se limpio aquella marca de su frente y comenzó a sollozar, porque sabía que todas esas lindas palabras las contradecía al día siguiente con sus gritos y golpes.

Se levantó de la cama y tomó una manta cubriéndose los hombros, fue hacia el grande balcón de su nueva casa recargándose en el barandal sintiendo la brisa resoplar en su rostro, una sonrisa apareció y seguido cerró sus ojos, una paz entraba en su cuerpo después de tiempo.

Se alertó al sentir la mirada de alguien sobre ella, se cubrió más con la manta y comenzó a buscar a alguien con la mirada, hasta encontrar a una pelinegra que la veía desde un balcón un piso más alto.

La pelinegra la veía con una simple sonrisa, era nueva ahí pero había visto más veces a la surcoreana llorar sola en su habitación.

Chaeryeong quedó atontada por aquella aparición, la saludó sutilmente y se volvió a recargar en el barandal, la pelinegra había tomado la iniciativa de hablarle, pero Chaeryeong se sobresaltó al escuchar como aquel despertaba, así que corrió hacia dentro cerrando el balcón para acostarse rápidamente.

La pelinegra se quedó con la palabra en la boca, palmeó sus manos en el barandal y entró también, con una mueca miró otra vez a la ventana pero al no ver movimiento cerró sus cortinas.

A Chaeryeong le pesaba que aquel hombre desconfiara de ella, y tenía miedo de que descubriera a aquella pelinegra, sabiendo lo celoso que era, hasta del agua que mojaba sus labios y del viento que le alzaba el cabello.

El mal querer | RyuryeongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora