One-shots Melizabeth para Melilovers

One-shot: Lluvia en el viñedo

Dedicado con cariño a Saib2789 Aunque no lo creas, me salvaste con tus palabras en navidad, tesoro. Gracias ^u^

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Meliodas miraba hacia los magníficos campos verdes llenos de uvas mientras el viento acariciaba su cabello y mecía las hojas del árbol en que estaba apoyado. Era una vista increíble, la cosecha de ese año era muy buena, y no recordaba la última vez que se había dado el gusto de ir a por una copa de aquel maravilloso vino sin la sensación de tener que ir a prisa. La zona de viñedos a las afueras de Cornwall era seguramente la mejor en toda Britannia, una maravilla natural, y un secreto al sur del territorio que solo unos pocos conocían. Él era uno de esos pocos. Y por supuesto, Elizabeth también.

—Ya volví, cariño —Ahí estaba ella. Hermosa. Radiante. Su princesa llevaba un sencillo vestido azul, una canasta del brazo, y una botella oscura que de seguro había conseguido de los agricultores. Se sentó a su lado, colocó todo como si fuera un picnic, y al final le extendió una copa rebosante con el famoso licor que los había hecho viajar hasta ahí—. Empecemos pues. Las galletas saladas están exquisitas, y en definitiva este queso es el mejor para el tipo de vino que vamos a tener. —Él no dijo nada. Se quedó mirando fijamente a la persona que más amaba, intentando absorber cada detalle de su apariencia para tatuarla en su memoria, y rió un poco al considerar la ingente cantidad de recuerdos que ya tenía de ella.

Ciento siete veces de repetir el ciclo. Más de tres mil años de experiencias juntos. Casi doscientos setenta días de pura felicidad desde que empezaron su viaje de luna de miel. Y aún no se lograba adaptar a la única noción nueva en su vida tras su victoria contra el rey demonio: Elizabeth finalmente era suya. De verdad y por completo suya. La maldición sobre ellos se había roto, y la promesa que le había dado sentido a su existencia había dejado de existir. Ella estaba ahí, ambos lo estaban, y ya no tenían que esconderse, apurarse o luchar. Dedicarse a amarla era su única nueva ocupación, y eso hacía que sus siete corazones latieran arritmicamente llenos de excitación y miedo ante el futuro que se abría ante él.

—Meliodas, ¿estás bien? —silencio.

—¿Es real? —preguntó de pronto, y la albina tuvo que detener la preparación de su bocadillo para poner total atención a su amado—. Es decir, ¿de verdad estamos aquí? ¿De verdad pasó?

—¿A qué te refieres? ¿Hablas de la batalla contra el rey demonio?

—No, no me refiero a eso —dijo haciendo la copa a un lado—. Recuerdo cada una de las vidas que he vivido a tu lado, y cada muerte. Recuerdo lo que vivimos al lado de los Siete Pecados Capitales, y cada una de las batallas que tuvimos. Recuerdo también todo lo que pasó desde que los Mandamientos despertaron, y luego, cada día que pasé con Ban en el Purgatorio tratando de volver a tí. Me acuerdo perfectamente de todo lo que ocurrió hasta que al fin derrotamos a mi padre, y más allá, recuerdo cada día hasta que dejamos Liones. Pero... el resto de las cosas que hemos vivido me parece una fantasía. Dime, ¿todo eso ha pasado en verdad? ¿Es posible que tanta felicidad sea real? —En ese momento la diosa sonrió llena de comprensión, y levantó sus dedos para acariciar aquel rostro tan amado.

—Oh, Meliodas...

—Es como un sueño —dijo besando su palma y colocando su mano sobre la de ella—. Como morir y de alguna forma llegar al paraíso. No es una ilusión, ¿cierto? Dime Eli, ¿en serio estás aquí conmigo? —La respuesta a eso fue acercarse y darle un beso lleno de ternura. Él se derritió en el acto, cerrando los ojos y dejándose caer de espaldas. Era maravilloso. Casi nunca era ella la que comenzaba, y esa nueva versión suya realmente le encantaba. Tímida y valiente, pudorosa y atrevida, recatada y sensual. La amaba de todas las formas posibles, y ahora, podía tenerla en cada una de sus facetas.