Capítulo VII: En el nombre del amor.

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29 de septiembre de 2008.

Yaga Masamichi era un hombre sensato. O eso le gustaba creer. Fue una especie de padre, tío y hermano mayor de Gojo Satoru. Lo conocía mejor que nadie. Por eso, cuando apareció Geto Suguru en su vida, supo enseguida lo que sucedía. Era cosa de pasar medio minuto alrededor de los dos. Esa energía que emanaban al interactuar, incluso cuando estaban sacándose la madre, no era fraternal. Menos aún las miradas, los roces y los distintos tonos de voz. Así que a Gojo le gustaban los hombres. Perfecto. Lo que sea que hiciera al seis ojos feliz, le hacía feliz a él. Pero la autoridad nunca lo quiso así. Satoru era el niño insigne del mundo jujutsu, no solo japonés, sino que mundial. Que se busque una pareja, sí. Pero ¿un chico? ¿Y encima el don nadie sin clan al que estaban obligados a soportar por su categoría? No. Imposible. Una vergüenza. Masamichi no tuvo otra opción más que intervenir: su carrera estaba en juego y era una orden directa. No fue bonito. Se ganó el odio temporal de ambos hechiceros, al menos por el lapso que lograron mantenerse separados; no fue ni un mes. El entonces profesor se declaró incompetente ante los peces gordos. "Ya no hay nada que pueda hacer, se aman y harán lo que sea para estar juntos", les dijo Yaga.

Todos sabían que eran pareja, pero nadie, a excepción de sus amigos, lo aceptaba. Los hechiceros y hechiceras siempre buscaban excusas para agarrarse a la idea de un seis ojos ajustado a la norma. "Son mejores amigos; buenos compañeros de lucha; colegas que se llevan bien". Claro, todo lo anterior pero durmiendo en la misma habitación. Quedó como un secreto a voces y se hizo la paz, al menos por un tiempo. Pero cuando Satoru falló en matar a Suguru en septiembre de 2007, tuvieron suficiente. "Por qué no fuiste tras él?", le preguntó Yaga a su pupilo cuando le informaron que Suguru iba tranquilo en un tren hacia las afueras de Tokio; "¿Realmente me preguntas eso?", le respondió un acongojado Satoru;  Masamichi entonces supo que no tenía sentido obligar al albino a matar al usuario maldito. "Pasarán diez, quince años y no lo hará", les dijo. "Hay que sentar el ejemplo. No podemos hacer la vista gorda. Vamos a redactar el decreto y hacerlo ley. Y tú no tienes derecho a voto disidente", le respondieron. Por eso, cuando supo que le habían comunicado la execrable decisión al seis ojos, optó por esconderse de él y de su ira. Cobarde, sí, pero ¿qué iba a decirle a Satoru? "¿Fallé en protegerte de una actitud asquerosa, arraigada hace más de mil años en uno de los ambientes más tradicionales que existen? "Sí. Y probablemente Satoru lo odiaría más que hace un par de años. Mejor esperar, borracho a más no poder, a que llegaran Shoko y Nanami a recriminarle todo lo anterior.

— Eh, pero soy un simple humano, ¿no? — dijo Masamichi a medida que le ofrecía un vaso de whisky a la marioneta maldita boxeadora que estaba sentada en su escritorio.

Un par de segundos después, Nanami irrumpió en su oficina sin siquiera golpear la puerta.

—¡El europeo está enojado! —exclamó Yaga moviendo su trago.

— ¿Estás borracho?

Nanami observó su escritorio. Una botella de whisky con un poco menos de la mitad. Fue hasta un armario y sacó dos vasos.

— Shoko y yo nos merecemos de ese añejado también. Y no seas tacaño.

Masamichi les sirvió, de mala gana. Tanto Shoko como Nanami se lo tomaron de un trago. El director les sirvió de nuevo.

— Ustedes nunca me han tratado con el debido respeto. Soy su profesor, su director, su jefe y su administrador. Merezco mínimo un saludo

— ¿Te das cuenta de cómo suenas? ¿Qué más, ah? ¿El portero? Este rubro es tan ridículo. Si no fuera por el dinero...— Nanami se recostó en el sillón de la oficina. Se sacó la corbata y los zapatos. — Estoy exhausto. Solo explícanos qué mierda sucedió ayer, eh. Le conté lo que sabía de ese asqueroso decreto a Ieiri mientras veníamos hacia acá.

Malditos: SatoruxSuguru (SATOSUGU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora