"Al fin llegaste, te he esperado durante mucho tiempo". La imponente diosa se encontraba sentada bajo un árbol, a su alrededor solo había vegetación, hermosas flores y un inmenso lago frente a ella.
Leah caminó hacia ella, no sabía dónde estaba. Solo fue a dormir, luego escuchó que alguien la llamaba. Siguiendo la voz, la trajo a este lugar. Era muy verde, un amplio bosque lleno de flores y aves. Diversos árboles frutales, de los cuales algunos desconocía su sabor, se hallaban allí. Era muy hermoso, un atardecer se alzaba esplendoroso en el cielo, con tonalidades naranjas y rosas que pintaban juntas un cuadro perfecto.
"¿Dónde estamos?" Una asombrada Leah observaba todo con atención, era hermoso. Solo estaban Atenea y ella. La diosa guerrera solo portaba un peplo, mostrando la ausencia de su característico casco y lanza.
"Estamos en tus sueños, pero este lugar, todo esto, lo he creado para ti". Con ojos brillantes y una leve sonrisa, contemplaba el panorama.
"¿Es real?" La curiosidad a veces la llevaba a preguntar las cosas antes de pensarlas.
"Lo es. Claro, ¿quién puede decirnos qué es real y qué no?". Dando por finalizada esa conversación, hizo aparecer una canasta en sus manos. Con lentitud, se puso de pie y comenzó a abrirla. "Acércate".
No tuvo que pedirlo dos veces antes de que la joven ya estuviera a su lado. La diosa sacó una manta de lino con trazos dorados y la extendió en el suelo. Con ayuda de Leah, diversos platillos fueron acomodados encima de ella. Desde postres, frutas, bebidas hasta platillos exquisitos.
"No sabía qué tipo de comida era tu preferida, por lo cual hay un poco de todo". Leah se sentó al costado de la diosa. Esta le ofreció probar un guisado.
"¿Te gusta?" preguntó Atenea genuinamente interesada.
"Es exquisito. Me atrevería a decir que es el mejor guisado que he probado en mi vida". Estaba extasiada, sentía una explosión de sabores en su paladar.
"Me alegra escuchar eso". La hija de Zeus escondió una sonrisa de satisfacción. "¿Cómo estuvo tu día?".
"Estuve ayudando a algunos aldeanos y conocí más el templo. Solo eso".
"¿Nada más?" preguntó Atenea con escepticismo. "¿Quizás conociste a alguien nuevo?".
Leah ya sabía hacia dónde quería llegar con esa pregunta. La diosa la vio a ella y a la joven sacerdotisa Euterpe. Pero no pasó nada, solo compartieron una animada conversación.
"Conocí a una joven sacerdotisa del templo. Fue muy agradable y atenta conmigo". Sonrió al recordar cuando Euterpe le cantó.
"Agradable, ¿eh?" La diosa hizo una mueca. Euterpe no era una mala persona. La conocía desde que era una niña, cuando llegó al templo por primera vez. Fue una de las más jóvenes que le han servido. Pero tenía sentimientos encontrados. Bebió una copa de vino en silencio.
"El Olimpo es solitario, contra lo que cualquier mortal pensaría. No todo es diversión y fiestas como algunos creen. Por mi parte, no soy partidaria de esas actividades. No suelo tratar con los demás dioses a menos que sea necesario". Exhaló un suspiro agotado.
"No tienes a nadie allí? ¿Un amigo?", preguntó Leah. Debía haber alguien que hiciera amena la convivencia para la diosa.
"Prefiero la soledad, a falsas compañías que podrían utilizar cualquier cosa en mi contra luego. No comparto con nadie mis pensamientos ni emociones. Mi padre es mi consejero, puedo hablar con él, pero algunos temas es mejor evitarlos".
"¿Por qué un atardecer? He notado que no ha anochecido a pesar de llevar ya un tiempo aquí". Era algo curioso, el sol no se había movido del gran mar de agua que se imponía frente a ellas. Reflejos de unos últimos rayos del sol se mostraban en el agua.
"Es un atardecer eterno, perpetuo". Mientras Atenea observaba el atardecer, Leah la observó con atención. Ante los ojos de la mortal, no había ser más hermoso que ella. Pudo observar algunos lugares apenas perceptibles en la mandíbula de la diosa.
"Si miras con atención, podrás observar las estrellas, junto con la luna". Era verdad, mucho más arriba del sol estaba la luna y la noche que parecía nunca llegaría totalmente se mostraba. "Mi padre de niña...
"Cuéntame algo", dijo la diosa antes de llevarse una cereza a la boca. "Lo que sea".
"No sé". Mientras bebía jugo, se le vino una pregunta a la mente. "¿Por qué un atardecer? ¿Y no una noche estrellada, por ejemplo?"
"Buena pregunta". Atenea se limpió las manos y se acomodó mejor, como si estuviera a punto de contar una historia.
"Mi padre solía contarme una historia cuando era apenas una niña, de un amor entre los astros, el sol y la luna". Atenea relató con fervor cada palabra, ese relato caló en lo profundo de ella, cuando su padre, el dios Zeus, se lo contó. Tal vez fuera real o no. Pero en la mente de un niño, esa historia sonaba como la mayor tragedia de un amor que no pudo ser."Siempre me pareció injusto que no terminaran juntos, si su amor era tan fuerte, ¿por qué separarlos? Creé este lugar por ellos, aquí no existen dioses ni tragedias, aunque sea en sueños estarán eternamente juntos". La hija de Zeus quedó inmóvil, mirando el atardecer, en paz. A su lado, una joven que estaba comenzando a despertar sentimientos que no creyó sentir nunca, menos por un mortal. Jamás se había abierto con nadie como lo hacía tan fácilmente con Leah. A su lado, se sentía en paz para mostrar su verdadero ser.
Perdón por la tardanza, me voy y aparezco cada dos semanas jsjsjsj. Pero comencé la semana pasada el colegio, uf, estoy en mi último año y ando algo ocupada, junto con otras cosas que hago en mi tiempo libre.
Ya podría haber terminado la historia pero soy muy perezosa para hacerlo.
Intentaré actualizar más seguido 😔✊♥️

ESTÁS LEYENDO
𝑳𝑬𝑨𝑯 ⸙͎ 𝐀𝐭𝐞𝐧𝐞𝐚
Romance「 En el esplendor de Atenas, Leah, la hija de Pericles, encuentra su refugio en el templo de Atenea. Una conexión profunda y un amor prohibido florecen entre ambas, mientras la invasión persa amenaza su mundo, el destino de Atenas y un amor prohibid...